De adentro hacia afuera

Palabras: Romina Herrán / Fotos: Hilda Melissa Holguín

Priscilla Hannaford habla sobre transformaciones, algo sobre lo que sabe mucho. En su vida, ha experimentado cambios físicos, mentales, emocionales, y eso siempre se ha reflejado en viajes, mudanzas y espacios. “Hay que mudar las capas de lo que no somos para poder conectar con nuestra autenticidad y encontrar a qué vinimos al mundo”, reflexiona.

Priscilla nació en Colombia, creció entre Ecuador y Perú, y su espíritu inquieto la ha llevado a vivir en Italia, Francia, Suiza, Irlanda, Inglaterra y Costa Rica. En el 2023, volvió a Lima una vez más. Estudió Administración de Negocios en Europa; trabajó en el área de marketing de una compañía de kombucha y fundó su propia marca de comida orgánica. Actualmente, es una entusiasta del diseño de interiores —estudia un master en la materia— con una misión: crear espacios que hagan sentir mejor y sanen a las personas.

La mudanza a este departamento de 315 m², en el segundo piso de un edificio frente a un gran parque en Miraflores, sucedió en marzo del 2024. Estaba embarazada de su segundo hijo —que cumple un año en julio; el primero tiene ya 3 años— y necesitaba más espacio en el departamento que ocupaba con su esposo Joel Vexelman, y que ella había remodelado con ayuda de Daniela Fleischman y Noah León del estudio Makom. En ese momento, Priscilla ya “pensaba en diseño 24/7”.

Se enteró de este depa porque pertenece a la mamá de una amiga suya y ella lo visitaba para recibir las terapias espirituales que la madre realizaba. Siempre le encantó porque sentía en este lugar una energía especial. Cuando la dueña se fue a vivir a Tailandia y le contó que lo alquilaría, Priscilla lo tomó sin pensarlo. Tiene tres dormitorios, una sala de estar, cocina con lavandería y una sala comedor conectada a una terraza con vista al parque. Decorarlo —de la mano de las chicas de Makom— fue un placer lento, que le tomó un año de imaginar, sentir y definir.

La bienvenida la da un bordado de Gal Chacin con la frase “All is balance. Balance is all”, inspirado en Costa Rica (donde nació su primer hijo). También una obra de Ana Cecilia Farah, que le recuerda a un lago de Suiza. En el comedor, la estrella es la mesa de mármol que le hace pensar en la orilla del mar o el río. Ahí mismo se lucen el print de Färg, que eligió porque la mujer en la imagen parece una concha y Priscilla es fan de ellas (se nota con darle una mirada al depa). Las sillas de chambira teñida han sido bautizadas como Fuerza Interior, y son la primera creación de la marca de diseño que lanzará en unos meses, y que reflejan su gusto por la estética japonesa.

Es un hogar sostenido por una mirada artística. Las lámparas de fieltro que adornan el comedor y la sala son de Vacide Erda Zimic. “Busqué muchas opciones y todas eran muy ‘serias’. Estas son una obra de arte”— dice sobre ellas Priscilla. Las ama porque parecen flores y, con un papá que fue floricultor, tiene una relación única con ellas, incluso está aprendiendo cómo hacer arreglos florales.

En la sala, la alfombra de lana de oveja y forma orgánica fue una idea original de Priscilla: “Tuve una visión de cómo quería que sean las curvas y los colores y la dibujé una madrugada con insomnio”. Allí también conviven el sofá Marenco de lino, que compró en Casa Soyer; los cojines de Puna y Färg; una manta del artista Cristian Zuzunaga con patrones selváticos; y otro bordado de Gal Chacin, pero que dice “Fuck Perfection”, la misma frase que lleva como uno de sus tatuajes. La sala hace las veces de zona de juegos para sus dos hijos, un sitio de lectura para Priscilla o de ver videos de surf para Joel. Su perrito Chaga los acompaña.

La diversión de la familia se extiende a la terraza, donde su hijo mayor disfruta de la jardinería —se sabe los nombres de las plantas— y, cuando los peques duermen, ella y Joel pasan tiempo juntos conversando rodeados de velas. Lo que Priscilla quería recrear era la sensación de estar en una jungla. Con este fin, bajo la asesoría de Loma, optó por las decenas de plantas, desde pennisetum e iris hasta ficus y pony tails; y por los sonajeros de viento que emiten sonidos relajantes, especialmente en las noches.

La banca de madera ceiba la hizo, con ayuda de su profesor de tallado, a partir de un árbol cortado que encontró hace 7 años en la calle, mientras iba montando bicicleta. Encima de la banca pintada de negro, se luce una foto intervenida, obra de Christian Bendayán y Antonio Loayza. La manta de Kutichi, hecha de lana y tinte natural, es otro ejemplo de sus ganas de hacer de su hogar un tributo al Perú. “Al vivir fuera, cada vez que regresaba pensaba: qué increíble es el trabajo de los artesanos y artistas peruanos”, asegura Priscilla.

El dormitorio principal es otro espacio donde se puede ver su apreciación por la estética japonesa. A veces, siente que en una vida pasada nació allí. Está la lámpara estilo Noguchi, que compró en el Barrio Chino, y la cama tapizada con tela de Romantex de unos árboles de cerezos. “Me gustan todos los muebles bajos, porque siento que nos ‘anclan’ y dan una conexión terrenal”, explica.

La silla de mujeres embarazadas pintada por Valeria Fleischman; el óleo de Silvia Fernández, que simboliza su vínculo con el mar; la pieza de Bendayán, cuya obra la impactó desde que la vio por primera vez; un cristal amatista, caracoles que trae de la playa y las flores que compra en el mercado de Mendiburu son parte fundamental de su dormitorio.

Si bien la sala comedor es el ambiente que más disfrutó decorar, el cuarto infantil probablemente sea el más especial. Allí, en una piscina inflable y a las 3 de la mañana, dio a luz hace un año: “Yo sentí mucha paz y él ni lloró cuando nació”, dice sobre esta experiencia poderosa. La cama la diseñaron específicamente para el mayor, utilizando su colchón matrimonial, en cachimbo y estilo Montessori. En las paredes, hay un óleo de Estelí Vela llamado “Niña girasoles. Niño estrellas”, y una acuarela que encontró en un café en Irlanda, sobre la sabiduría de la naturaleza. Ese cuadro viajó mucho tiempo con ella.

Entre piezas de arte y diseño de origen local y europeo, un sereno y alegre juego entre tonos neutros y pasteles, y la presencia de la naturaleza, su hogar es un oasis e invita al respiro. Tomó tiempo serle fiel a una casa que, quizás, ya existía porque era parte del mundo interior de esta familia. Ahora que está lista, cuando llegue el momento para la siguiente transformación, sabrán llevarla consigo y depositarla en un nuevo espacio que los acoja.