Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Camila Novoa
Fundar una marca de home deco nunca estuvo entre los planes de Sandra Queirolo. Sin embargo, su propio departamento es el mejor reflejo de cómo un hogar puede ser acogedor al punto de convertirse en un refugio. De cómo puede ser transformado en un espacio con significado, que contiene y acompaña. Fundar una marca de home deco, para Sandra, tuvo que ver con un camino de bienestar y de nuevas prioridades que hoy la guía.






Estudió Comunicaciones y trabajó en el área de Marketing de una tienda por departamento. Hizo una maestría en Milán en Business Design, una disciplina –quizás mejor descrita como un enfoque– que se centra en la experiencia de la persona al momento de diseñar, probar y validar distintos modelos de negocio. Esa aproximación supuso todo un descubrimiento para Sandra.
Cuando regresó a Lima puso un primer emprendimiento, una peluquería con concepto. Además, empezó a trabajar con su hermana que tiene un negocio de exportación de ropa de alpaca y juguetes para mascotas. Fue entonces que Sandra empezó a aprender sobre esta noble fibra. Muchos de los productos se confeccionan en Ayacucho y ahí conoció a los tejedores que, con el tiempo, se volvieron amigos más que proveedores. Sandra les compraba cojines y textiles para su departamento, en el que se acababa de mudar sola.
Tenía 34 años cuando se enfermó. Acababa de ser su pedida de mano, había pasado apenas 10 días organizando su matrimonio, incluso viajó a una feria en China por trabajo, y de la nada su vida cambió. Cuando eso ocurre no podemos dejar de sentirnos perplejos, a pesar de saber de que las cosas son así: como se dice, “la vida cambia en un segundo”, algo que solo se entiende cuando se experimenta. En ese momento, empezó para Sandra un proceso de sanación a todo nivel, una revolución en su vida.






Uno de los retos de ese periodo fue que concentrarse le costaba más pues la demanda física y emocional era alta. Descubrió que lo único que la calmaba era bordar, un pasatiempo que había tenido desde niña. Durante años, Sandra solía llevar su bordadito a todos lados, hasta a la playa, y lo recuerda riéndose. Hace un tiempo encontró una tienda linda de lanas y patrones, y llegó a hacer un tapete para su depa cuando recién se mudó.
“Todo esto coincidió con el inicio de la pandemia. Justo antes de que nos mandaran a cuarentena, me compré un montón de lanas y durante meses me dediqué al bordado. Era un movimiento muy mecánico y de verdad que lo sentí como mi terapia. Hice un segundo tapete para mi casa, bordé una alfombra, hasta hice chalecos. Bordando distraía mi mano y mis pensamientos”.
Luego de ese proceso, las prioridades de Sandra cambiaron totalmente: empezó a mirar de otra manera el concepto de bienestar y dio un vuelco a su vida en ese sentido. Cuando tuvo que retomar su vida laboral, pensó en armar su propio proyecto que estuviera relacionado con algo que había cobrado un significado tan importante para ella: el textil.




En julio del 2021 lanzó Ocre. La describe como una marca home deco con corazón peruano. Trabaja en colaboración con distintos artesanos en Ayacucho, Cusco, Huancavelica y Loreto para hacer productos cuyo valor se encuentran en la inmensa herencia cultural peruana.
Ocre ofrece cojines –las estrellas de su catálogo–, telares, mantas, alfombras y canastas. En cuanto a los materiales, la marca trabaja con lana de alpaca y de oveja, e incorpora insumos sostenibles como la chambira, fibra de árbol de la Amazonía, para hacer piezas a mano y con tintes naturales. Muchas veces, le envían el cojín o el textil en crudo y Sandra misma lo termina de bordar.
“Buscamos preservar el enorme legado artesanal y revalorar nuestras técnicas ancestrales a través de cada una de nuestras piezas. Nos enfocamos en elegir productos de calidad, con fibras sostenibles y amigables con el medio ambiente para alcanzar una industria más sostenible e inclusiva. En un mundo consumista, nos sentimos afortunados de poder rescatar el verdadero valor y significado de las cosas creando conciencia sobre la importancia de los procesos de producción, así como el empoderamiento de las pequeñas empresas y de nuestros talentosos artesanos”.



Hay muchos motivos detrás del nombre Ocre. Algunos de los simbolismos del color amarillo son salud, luz y vida. El ocre es una tonalidad del amarillo pero que además tiene un componente terroso; es decir, es un matiz que te conecta con la tierra, con lo hecho a mano, la fibra, la lana. Es un tono que remite al campo y a la naturaleza. Además, la marca trabaja casi exclusivamente con colores tierra, de tal manera que todo funciona con todo: las líneas anteriores de Ocre combinan perfectamente con las nuevas.
“Yo nunca imaginé que iba a tener una marca cuando armé mi depa: lo decoré así porque realmente este es mi estilo, es como me gusta. Lo primero que puse son los cojines y el telar de Ayacucho, el sillón llegó luego y se basó en estos textiles. De ahí compré la alfombra, que ahora acabo de cambiar por una de Marruecos –de hecho, voy a empezar a importar una línea artesanal marroquí para Ocre–. Este año me casé y la casa se ha completado con varias cosas que nos han regalado. En general uso mucha madera, está el espejo antiguo de mi abuela, las canastas que hacemos en la selva… Poco a poco todo se ha ido haciendo a mi estilo”.
Sandra está full, pero es feliz. Y ha vuelto a trabajar con su hermana armando los diseños de sus nuevas colecciones. Crear una marca o montar un emprendimiento demanda muchísimo tiempo, pero Sandra consigue cuidar su espacio. Los fines de semana trata de darse unas horitas para bordar; ahora que se va a ir de viaje a la playa con su esposo se va a llevar una alfombra en la que está trabajando, ya verá cómo hace para que no le dé tanto calor estar bordando bajo el sol.



Tiene muchos planes para Ocre. Actualmente vende en Lima y Cusco, en varias tiendas físicas y online, así como en su propio ecommerce y a través de Instagram. Quiere crecer en el Perú y eventualmente exportar. Siente que la gente cada vez entiende más este tipo de productos de calidad, hechos a mano, con significado.
“Nos interesa el concepto del slow living; buscamos la armonía, la calma, nuestros colores representan eso. Pero, además, el espíritu de Ocre está en valorar lo importante, buscar cosas bien hechas que te duren. Está en disfrutar de tu casa… Y disfrutar cada momento”.