Palabras y fotos: Rebeca Vaisman
Es difícil ponerle una palabra o una razón exacta a aquello que nos deja saber que es momento de un cambio. No siempre es sensatez (o no siempre lo parece). Quizá un impulso sea la forma más acertada de describir esa energía que mueve –a veces, muy lejos–. Algo así le pasó a Celia Barreda hace un año, cuando decidió dejar su trabajo estable para redefinir su camino. Fue una intuición o un sobresalto que no le era ajeno, pues lo ha sentido muchas veces antes: cuando vivía en Los Ángeles y trabajaba en una gran agencia de representación de talento, pero decidió volver al Perú; más tarde, en Lima, cuando estaba recién mudada en un depa soñado, y a punto de terminar de decorarlo, aceptó un trabajo en Barcelona, ciudad en donde vive hasta ahora.






Renunció a su puesto de productora en una agencia solo con la certeza de necesitar tiempo libre o, mucho mejor dicho, tiempo para ocuparlo en ella. Para estudiar paisajismo, algo que le encanta y llena; para viajar, porque siempre apreció cómo regresa de cada viaje. Necesitaba espacio para mirar alrededor y ocuparse de su depa, hacerlo un poco más suyo, sentirse realmente a gusto en casa.
En el ínterin, Celia recibió llamadas de clientes y marcas que la contrataron para proyectos de forma independiente. Y se dio cuenta de que ya estaba preparada para retos más grandes. Así que hace unos meses fundó Morning, su propia productora, que ya ofrece sus servicios en España, Portugal y Perú. El impulso que sintió aún no se detiene.
Llegó a Barcelona en noviembre del 2018. Nunca había vivido en esta ciudad antes. Sí había pasado fuera de Lima cinco años, primero estudiando Comunicaciones y Marketing en Washington; luego estudiando Producción para cine y televisión (y varios cursos de actuación) en Nueva York; y finalmente trabajando en UTA, en Los Ángeles. “Desde que tengo 15 años sabía que tenía que irme a vivir afuera. Había algo que me expulsaba de Lima”, reflexiona Celia. “Siempre sentí que no era mi lugar a largo plazo”.




Antes de migrar a Barcelona, Celia tuvo un periodo intensamente feliz en Lima. Ama el Perú y cada vez que está ahí se siente conectada. Pero Lima no fue pura diversión. Fueron años de “resolver varios temas con respecto a sus raíces”, y fue un tiempo de aprendizaje. Trabajó para otros, luego fundó una productora propia, también creó un emprendimiento de arte. Pasó por varias mudanzas. Cuando la llamaron a ofrecerle el puesto en Barcelona tenía claro que se iría a la aventura: no tenía claro que amigos o conocidos estaban en la ciudad, no sabía dónde viviría, ni si le gustaría. Y la exigencia del trabajo la tendría muchas horas fuera de casa y muchos días fuera de la ciudad; sería más retador generar el sentido de hogar que uno necesita cuando migra. Mucho más porque esta vez entendía que, pasara lo que pasara, ya no volvería a Lima.
Vive en un edificio antiguo de L’Eixample, de esos señoriales, en el piso que solía ser el principal. Por eso su depa tiene techos altos y un patio estupendo. Se mantienen varios elementos originales, como las molduras y el piso hidráulico. Su terraza es particular porque está emplazada en diagonal y eso evitó que quede encapsulada por los edificios aledaños. Desde su deck de madera rústica, muy poblada por las plantas que rodean toda la terraza, se puede ver el cielo y no te sientes tanto en la mitad de la ciudad. Ya va más de tres años viviendo aquí, acompañada de su perrita Pompeya, que llegó un mes después de que Celia se mudara.






Acomodar la casa ha sido un proceso lento. Salvo algunas cosas que ya estaban, como la estantería de la cocina o la mesa del comedor, Celia compró casi todo lo que existe hoy en la casa, hasta los armarios. También reestructuró los ambientes, de tal manera que el comedor ahora da a la terraza. A Celia le encanta cocinar y, sobre todo, tener invitados en su mesa. Así que la idea de una cocina abierta e integrada al comedor, con la mejor vista y con mucha luz natural durante el día, le va de maravilla. De esta manera, tiene mucho espacio para cuando le provoca atender a gente. Además, el ambiente resulta tan claro y acogedor que es el lugar que elige cuando tiene que trabajar en casa.
El salón quedó adentro, en un espacio más en penumbra. Y está bien así, porque Celia suele ver películas con su proyector en el sofá tipo cama que se mandó a hacer. Tiene varias lámparas de mesa y una nueva de pie, y juega con las alturas de la luz para no quitarle intimidad a este ambiente lleno de libros, arte y piezas de diseño que ha ido coleccionando desde que se mudó al depa. Muchas veces se queda dormida en el sofá de lo cómodo que es. Usa indefinidamente los espacios de la casa y su rutina no siempre es igual. Mandó a hacer los muebles pensando en eso.




“Cuando estoy en casa siempre estoy ocupada. Siempre. Si no estoy enmarcando un cuadro, estoy acomodando otra cosa, o colgando una lámpara. Ahora estoy trayendo mis libros de Lima, de a pocos. Todo el día estoy ocupada, ¡no entiendo! Y si no tengo el tiempo, me lo invento. Y es que es verdad que siempre, adonde voy, en todas mis mudanzas, he generado mi hogarcito. Necesito mi casa bonita, bien puesta, cómoda, que me guste, a pesar de que no soy un animal doméstico. Amo la familia y puedo ser casera, pero a la vez tengo una gran necesidad de libertad. De poder viajar, moverme, salir. La libertad es demasiado importante para mí, al igual que tener un lugar cálido donde volver”.
Suele traer a amigos de distintos círculos, para que se conozcan. Cuando organiza cenas o reuniones, pocas veces cierra la puerta corrediza que separa su dormitorio de la sala: no se considera reservada para nada. Dice que su núcleo emocional siempre han sido sus amigos. Le gusta estar en la calle, pero ha aprendido que le es igual de importante regresar a casa y sentirse bien. Su dinámica hogareña ha cambiado mucho desde el año pasado, cuando Sofía, su hermana menor, se mudó también a Barcelona, al depa de arriba. Desde entonces, los domingos son mucho mejores.





“A pesar de intentar generar hogares en cada ciudad y mudanza, siempre me costó sentir un real sentido de permanencia. Los últimos años, en cambio, he ido logrando, cada vez más, estar bien y en sincronía con lo que me rodea. Yo creo que es una conquista de ciertos espacios, de los físicos y los emocionales”.

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