Cambio de mirada

Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Paula Virreira

Desde que el departamento estuvo en planos, Carlos Andrés Luna se aseguró de hacer algunas intervenciones para adaptarlo a cómo lo quería vivir. Y cuando se lo entregaron, Cal –como le llaman sus amigos– se tomó un tiempo para seguir haciendo cambios. En ese periodo prefirió no usar los ambientes que aún se estaban modificando. Después de unos meses, cuando su casa estuvo terminada y lista para ser usada por completo, empezó la pandemia.

Antes de eso, como diseñador de eventos, Cal pasaba buena parte del día atendiendo a la gente. Su semana transcurría entre reuniones con novias, la preproducción de distintos eventos y, por supuesto, las fiestas o cocteles mismos. Al final, pasaba fuera de casa la mayor parte del día, sobre todo los fines de semana. Ahora que lo piensa, se da cuenta que desde hace mucho tiempo no tenía el tiempo para simplemente disfrutar su casa.

Fueron varios los cambios que hizo, muchos de ellos con ayuda de la arquitecta Esther Gutiérrez. Redujo el área de servicio para que no le quite espacio a la cocina. “A la europea”, como explica riendo, metió la lavadora escondida dentro del baño de visitas, y la tapó con decoración. Eso le permitió crecer la estantería de la cocina. Además, despegó la barra de la pared y le puso ruedas, una opción muy divertida que le permite jugar con la barra y cambiarla de lugar, dependiendo del momento.

Rediseñó la luz del área social. Ese cambio era importantísimo para Cal y lo supervisó él mismo. Es que una de las grandes certezas que tiene después de tanto tiempo haciendo eventos, es que la luz es primordial. La iluminación es lo que te provoca sensaciones, es lo que consigue ese clímax, ese drama. Cuando cae la noche, con una luz plana todo se ve igual: en cambio, si iluminas puntualmente las cosas le das importancia a cada espacio.

En su depa, sala, comedor y cocina ocupan un solo espacio abierto, así que la nueva disposición de la luz le ayudó a delimitar ambientes. Sobre la mesa, puso una lámpara baja que ilumina específicamente su superficie. En la cocina, la luz original estaba empotrada en el techo y no iluminaba lo suficiente como para cocinar con buena visibilidad. Así que Cal agregó iluminación superior, además de las lámparas de la barra, para poder jugar con el mood pero no perder funcionalidad.

Se quedó con la sugerencia de la constructora y mantuvo los pisos negros, aunque dudó bastante. Ahora está contento porque siente que le da personalidad a su depa. Sí cambió el color de techo y paredes blancas, que no amarraban bien con sus cuadros, además que rebotaban demasiado la luz. Al añadir un matiz más plomizo los hizo más cálidos y más coherentes con las vigas y paredes en concreto expuesto.

Cal empezó a vivir la cuarentena con los espacios listos, pero los cambios siguieron dándose. Incluso, fueron aún más significativos. Después de un tiempo, decidió abrir todas esas cajas donde guardaba los jarrones, candelabros, bowls y adornos que usaba para sus eventos, y en lugar de tenerlos almacenado y que incluso se malogren, decidió repartir buena parte de ellos por toda su casa. “Me di cuenta que las cosas las teníamos que usar”, explica Cal. “No sabíamos qué iba a pasar, ni siquiera sabíamos si los eventos iban a volver. Así que saqué todo lo que estaba en mi almacén y lo empecé a vivir”.

Al hacerlo, le pasó algo que no esperaba: muchos de estos objetos le recuerdan esa fiesta increíble o ese matrimonio emotivo que ayudó a planear. Los objetos tienen memoria y nada más divertido que recordar una gran reunión.

El tríplex se despliega verticalmente, pero además cuenta con unas miniterrazas que surgieron gracias a la buena relación entre los vecinos del edificio. Se pusieron de acuerdo para transformar el hall de entrada a cada departamento en un área común con sillas, lleno de verde. Así, todos los depas ganan espacio adicional al aire libre, con una vista linda, donde pueden leer, tomar una copa, descansar. Estas terracitas se cuidan entre todos.

Es que la pandemia cambió también nuestra noción de vida en comunidad. Cuántos salían temprano y llegaban a sus depas tarde y ni siquiera se cruzaban con sus vecinos, o mucho menos los conocían. En cambio, para mucha gente sus vecinos de edificio se volvieron la única cara amigable que podían ver durante la cuarentena.

“Yo escuchaba las clases de los hijos de mi vecina, me reía y pensaba ‘pobre, va a tener que estudiar Matemáticas de nuevo para poder acompañarlos en Zoom’. A veces respondía yo en voz alta, como broma, y nos reíamos todos. Compartir las áreas, darles un uso común y conservarlo entre todos ha sido bonito”.

Cal ha ubicado el arte en lugares poco convencionales. En el muro de las escaleras los cuadros están muy juntos; en ambientes como la sala principal o la segunda sala en la planta superior hay piezas que destacan más. Incluso ha aprovechado las vigas para colgar piezas. El recibidor tiene varias obras y, además, está cubierto por un papel tapiz recargado, a pesar de ser un espacio muy pequeño. A Cal le daba algo de miedo que no se viera bien pero luego pensó que esta es su casa: había que probar porque, al final, si algo no funciona simplemente se cambia.

“El perfeccionismo evita que las cosas salgan mejor. Cuando estás haciendo un evento, este no tiene que ser exactamente como lo pensaste, porque en el trayecto cambian las circunstancias, cambia algo o se produce algo que es natural. Y lo que sale puede ser incluso más bonito de lo que pensaste que podría llegar a ser”.

A Cal le ha costado darse cuenta. Antes solía frustrarse. Ahora sabe que van a surgir muchos problemas en el camino, y que por eso tiene un equipo. Sabe también que las circunstancias podrán ir cambiando su idea inicial, pero lo importante es quedarse con la sensación que buscaba. Y le pasa en su casa. Ha cambiado los muebles de sitio ene veces. No se estresa con el lugar de las cosas, todo puede mejorarse. No existe la casa perfecta. Menos mal.

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