Contraste y complemento

Palabras: Jimena Salas / Fotos: Hilda Melissa Holguín

Cuando empezó a salir con Ignacio, Uchi se encontraba a punto de iniciar un largo viaje. Tenía pensado irse, por lo menos, durante seis meses. La idea era explorar, encontrarse a sí misma y también generar contenido para su nuevo blog, Ojo de Pez. Sin embargo, sin que ella supiera, el viaje ya había empezado: a mitad de trayecto, ambos se dieron cuenta de que se extrañaban mucho, y ella terminó volviendo.

Era marzo de 2018. La especialista en branding y creadora de contenido Uchi Vargas llegó a la casita de Magdalena con sus maletas, su gata y mucha ilusión de iniciar una nueva aventura. Su entonces novio (hoy, esposo), el artista plástico Ignacio Álvaro, vivía ahí con dos roommates. La convivencia entre los cuatro –y la gata– fue bastante buena, pero como suele suceder en estos casos, tiempo después, se fue uno de los chicos; luego, el otro. Finalmente, quedó solo la pareja. Había empezado a ocurrir la metamorfosis: de depa compartido a hogar. Poco a poco, fueron poniendo más amor a la decoración, pintando las paredes… Hicieron un poco de todo. “Así fuimos armando nuestro nido”, comenta Uchi.

La casa es amplia; tiene suficiente espacio para que ambos desplieguen su creatividad en solitario, pero también para pasarlo bien en conjunto. En el primer piso, junto al patiecito donde suceden las parrilladas con amigos e Ignacio se imbuye en la jardinería, está el pequeño estudio en el que Uchi puede hacer sus sesiones de fotos y trabajar en equipo. En la segunda planta está la oficina de ella, cuya gran ventana le permite escaparse al techo para meditar cuando cae el sol. En pocos pasos se llega al taller de Ignacio, donde el tiempo transcurre de manera distinta, de esa forma peculiar que solo entienden los artistas.

“Pasamos todo el día acá; él, en su taller; yo, en mi oficina. Viene un ratito, conversamos, me muestra su chamba, y hay ese intercambio bonito en el que compartimos nuestros trabajos, pero, al mismo tiempo, mantenemos nuestros espacios”, cuenta Uchi.

La rutina de la pareja es muy ordenada. Ignacio inicia su jornada entre las cinco y media, o seis de la mañana. Va a su taller acompañado por los dos gatos (la familia se ha expandido); ve un poco de noticias y empieza a dar cuerda a su mente. Una hora después, Uchi se levanta. Bajan y preparan el desayuno juntos para luego subir con su taza de café, cada uno en su espacio, a trabajar hasta la hora de almuerzo. Luego, vuelven a sus labores.

Los horarios son muy precisos porque solo así pueden encontrar espacios de bienestar. “Yo soy bien productiva, pero me gusta trabajar de nueve a seis. Me gusta parar a la hora que empieza a bajar el sol”, explica la fundadora de la plataforma y agencia Ojo de pez. Y es entonces que sale a tomar aire puro: va a meditar al techo, a montar bici por el malecón o al gimnasio.

Ignacio administra su ocio de forma distinta. “Yo no hago muchas actividades que implican salir”, cuenta. “Me encargo de las plantas, de estar afuera, en el patio, simplemente viendo. Salgo a caminar muy poco porque mi actividad física la desarrollo en el taller, donde trabajo en escultura, pintura, un montón de cosas que requieren bastante esfuerzo”.

Al final del día, cuando se encuentran nuevamente, comparten en el pequeño estar del segundo piso, donde ven tele y se relajan un rato antes de ir a dormir. Si les provoca tomar una copa, prefieren la sala principal, en la que pueden simplemente conversar y contemplar la forma que ha ido tomando su casa. “Ignacio es el ‘máster’ de las paredes”, reflexiona Uchi mientras mira uno de los cuadros retroiluminados de la sala. Él se encarga del arte, ya que este es, además de su casa, un espacio de exposición de su propia obra, así como la de artistas amigos.

Las piezas del mobiliario han sido elegidas en conjunto, otras perviven desde su época de solteros, y algunas más son herencias o regalos de boda. A Uchi no le gustaba mucho el comedor porque no recibe luz natural; así que optaron por ponerle una gran luminaria colgante y un juego de muebles en acrílico transparente. De esta manera, han creado el entorno que va bien con su forma de vivir y de pensar. Por eso, solo sentarse y mirar es suficiente.

A simple vista, puede parecer que Uchi e Ignacio tienen personalidades muy divergentes. Ella es vivaz, expansiva, se sumerge en la conversación con gusto. Él, en cambio, interviene de forma más acotada; por momentos entra y sale de la oficina, parece estar resolviendo otros asuntos en simultáneo. “Ignacio es una persona más reservada que yo, que soy un libro abierto”, cuenta Uchi con profunda naturalidad. Pero antes de que lo aclaren, se deja entrever que tienen mucho más en común, que diferencias.

“Algo que hace que funcionemos superbién es que queremos lo mismo en la vida, tenemos metas muy parecidas”, explica la bloguera. Recuerda claramente que un día su papá le dijo que lo más importante en una relación, aun cuando existieran diferencias, era que ambos quisieran lo mismo en la vida. En ese momento, el consejo la impactó, le dio mucho en qué pensar. Cuando conoció a Ignacio, finalmente, esa afirmación cobró total sentido.

Les gusta su casa; disfrutan del orden y de la decoración; aman la vida en pareja, pero también honran sus momentos de soledad. En su tiempo de esparcimiento, piensan en lo mismo: viajar mucho, tomar unos cocteles, salir a comer. “A mí me encanta disfrutar la vida; como buena tauro, me encanta comer rico y por eso vamos bastante a restaurantes. Y también me gusta acompañarlo a todas las actividades de arte adonde podamos ir. Creo que ese es el equilibrio”, apunta Uchi.   

Este año, ya tienen nuevos proyectos. Piensan viajar por el país porque acaban de comprar la camioneta que querían. Entre los primeros destinos están Paracas y Oxapampa, pero seguro que irán apareciendo varios más. Uchi seguirá registrando sus experiencias y compartiendo el placer de vivir en su canal de YouTube, y aunque Ignacio no necesariamente esté con ella delante de la cámara, es seguro que estará pasándola igual de bien.

Luego, volverán a su centro de operaciones, su amada Lima. “A mí me encanta vivir en esta ciudad y tener el compañero perfecto para disfrutar de todo lo que me gusta hacer aquí”, dice ella. Siempre habrán expos, bares, restaurantes, más sitios por descubrir y compartir. Él volverá a encargarse de sus plantas; ella, a respirar profunda y plácidamente, en silencio… Dedicarán un precioso momento a sus individualidades para reencontrarse ahí, en el justo medio.

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