Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Hilda Melissa Holguín
El departamento no estaba en las mejores condiciones cuando Christian Bendayán lo encontró. Pero la arquitectura del edificio setentero le encantó, es un estilo de construcción que siempre le ha atraído en Lima. En principio, lo que el pintor requería era un lugar para descansar y estar a un paso de su taller. Pero debajo de eso estaba otra necesidad: la de sentirse acogido por un espacio.
Había visitado otros departamentos y los sintió demasiado fríos, con habitaciones en las que se sentía en un cubo, como si estuviera en un hotel y no en un hogar. Y de pronto, pasó frente a este letrero en un edificio de arquitectura interesante, y aunque el depa necesitaba arreglos lo tomó de inmediato. El corredor del ingreso que te deja descubrir la sala, el muro que devela el comedor, las puertas que organizan el paso hacia los dormitorios… Hay un recorrido que Christian Bendayán ha querido aprovechar de manera muy natural. Y muy rápida también.






Lo más importante era distribuir sus obras de arte. El conocido artista visual, curador y gestor cultural tiene una gran colección de arte amazónico: al momento de mudarse, estaba trabajando en lo que sería su muestra en el marco de la Feria Internacional del libro de Guadalajara, y lo que hizo tan importante este nuevo departamento es que decidió rodearse de piezas que tuvieran que ver con ese momento en su proceso de creación.
“Sentí que necesitaba ciertas obras… Necesitaba desayunar con ellas, acostarme con ellas. Eran mi inspiración para mi exposición. Yo estaba pintando las obras de la muestra y habían ciertos artistas que quería tener presentes visualmente y en mi subconsciente. Necesitaba que estén aquí”.
Entonces, en un primer momento el departamento se vistió con obra de Chonon Bensho, artista shipibo-konibo que acaba de ganar el Premio Nacional de Pintura del BCRP; de Pablo Amaringo, “el creador del arte visionario, quizás el artista amazónico más influyente de la historia”, acota Bendayán; piezas de Dimas Paredes, quien se concentra en las plantas medicinales de la Amazonía, y de Graciela Arias, inspirada en la mitología shipibo-konibo, entre otros artistas que lo acompañaron, rodearon y acogieron en su propia casa.







Su exposición –que ha finalizado a fines de febrero en México–, se llamó “Purga”, y respondió a una terapia de dieta tradicional que Bendayán hizo en la Amazonía. No solo fue la comida, incluso se aisló varios días sin tener contacto con ningún humano. Luego de esa experiencia, de vuelta a su taller en Lima, dejó toda esa catarsis en sus nuevas obras.
Apenas inauguró la muestra, cambió todo su departamento. Y es que el proceso de creación de “Purga” fue un momento especial, extraño, que el pintor no sabe decir si conecta con el pasado o con el futuro. Pero lo que sí supo, es que una vez completado, necesitaba rodearse de otro tipo de arte. Así que buscó nuevamente en su colección y reorganizó todo para ubicar esas piezas que le recuerdan situaciones y momentos icónicos de la Amazonía y de su arte. Esas imágenes o temas que han sido movilizadores para su pintura. Como la serie de grabados de Francesco Mariotti de 1981, las ilustraciones originales del libro “Las tres mitades de Ino Moxo” de César Calvo. O esa obra de Luis Sakiray que le recuerda el lado erótico, inocente, libre y exuberante de la Amazonía. Tiene una pieza que hizo en colaboración con Daysi Ramírez sobre el Baguazo; también ha colgado otra solo suya, una pintura hecha en azulejos que hace referencia a la época del caucho. “Cumple la función de recordarme el elemento histórico que ha dejado heridas abiertas y que no puedo olvidar, porque ha marcado la vida contemporánea de la Amazonía”, dice Christian.
“Vine a este departamento por una necesidad de mayor concentración, para dedicarle más tiempo a mi producción, para pensar y estar enfocado en el trabajo. De hecho, el espacio ha cambiado rápidamente. Nunca lo pensé, pero creo que ese ha sido una marca en mi forma de vivir. Lo he hecho siempre: mi taller ha cambiado siempre, mis casas anteriores han cambiado muchas veces, siempre de acuerdo a lo que me va interesando. Creo que hay señales para el cambio, es algo que voy intuyendo”.








Algo que Christian aprecia de este nuevo refugio es que ha motivado muchas conversaciones y muy ricas sobre su colección de arte, sobre artistas y temas que le interesan, sobre el quehacer contemporáneo y, por supuesto, sobre la Amazonía que tanto ama y necesita.
Hay constantes. El sofá y la pared turquesa. Ese es un color que acompaña la obra de Bendayán. Así como sucede con el fucsia. Por periodos los abandona, se vuelca a los sepias, los grises… pero terminan siempre apareciendo los tonos vibrantes. Así que al momento de ponerle color al depa, supo que el turquesa le daría tranquilidad (esa tranquilidad de lo familiar), y que cualquier cosa que él haya pintado o haya coleccionado iría bien con el color. Christian adquiere arte u objetos que le gustan mucho, que lo mueven.
En el comedor de sillas coloridas, destacan unos platillos voladores de cerámica de Agustina Valera, un elemento extraño que también le atrae mucho a Christian. En cuanto al arte tradicional, tiene piezas de maestros de Ayacucho, Cusco, y de distintas localidades de la Amazonía. Bendayán los asume como arte contemporáneo y están en diálogo con sus otras piezas. Nunca ha hecho distinción en su apego por el arte tradicional y el que siente por el arte contemporáneo urbano. “En el mercado funciona diferente, pero estoy seguro de que tarde o temprano eso se va a diluir y todo va a pasar a un mismo nivel de crítica y de valoración en los diferentes espacios”, reflexiona.










Christian Bendayán es el más conocido e internacional exponente del arte amazónico y también es uno de sus principales impulsores. Nació en Iquitos pero vive en Lima desde los 14 años, si bien desde entonces ha pasado varias temporadas en Iquitos, unas más largas que otras. Hoy, de alguna manera, siente que ha olvidado casi toda su infancia. A veces le llega un recuerdo y se dice: «¡Qué bárbaro! ¿Cómo pude haber vivido tantas cosas?”. Y es que, como todos o como la mayoría, vive más en el presente. Sin embargo, necesita de la selva para comenzar a trabajar. Cada vez que choca un muro en su proceso creativo, se interna en la Amazonía. “Hay cosas que necesito que la selva me diga, hay cosas que no me puedo imaginar y tengo que encontrarlas”, explica el artista. “Soy un devorador de la Amazonía, me alimento de ella, y con el tiempo he ido abandonando muchos proyectos para poder devolverle a la Amazonía la generosidad que ha tenido conmigo”. Así, además de una muestra en Nueva York y otra en Trinidad y Tobago, y una residencia en Francia, este año el gran proyecto de Bendayán es empezar un centro cultural móvil, que se va a desplazar por los ríos de la Amazonía. Todo está encaminado y pensarlo le hace mucha ilusión.
Apenas llegó a este departamento trajo todas las plantas que pudo. Le son necesarias, le gustan y las conoce bien. Se entretiene cuidándolas. Disfruta sus sorpresas. Por estos días, pasan muchas plantas por su cabeza. Es algo que aún no descifra. Mientras se comunica con las especies de su departamento, está buscando algo. La señal de la que hablaba. Por eso, sabe que este espacio está cumpliendo un rol que, de seguro, va a ser parte de sus próximas obras.