Puesta en escena

Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Hilda Melissa Holguín

Cuando Duilio Dall’Orto empezó a buscar una nueva casa, tenía una idea muy específica. Primero, necesitaba un espacio que de alguna manera pueda dividirse en dos. Además, como es arquitecto, le importaba mucho que sea un lugar especial y eso es difícil de definir, pero sencillo de darse cuenta una vez que se ha encontrado. Fue una búsqueda que tardó muchos meses. Duilio leía periódicos, revisaba webs y recorría barrios en bicicleta. Finalmente, encontró un edificio en Magdalena que funcionaba por varias razones. Se mudó hace seis años.

Todos los departamentos en el edificio tienen un espacio adicional en el techo. Es de 25 m² en los que se encuentra la lavandería y un cuarto con baño y balconcito. Cuando recién se mudó, Duilio aún formaba parte del estudio de dirección de arte Duarte Dall’Orto, así que la oficina funcionó ahí, arriba. Era muy conveniente porque así se separaban sus espacios de trabajo y de vida. Luego, cuando el estudio se disolvió, llegaron dos roommates a ocupar las habitaciones del departamento y Duilio trasladó su dormitorio arriba. Eso le permitió mantener su independencia sin dejar de sentirse en casa.

Hace tres años se mudó al depa su pareja, el artista y también director de arte Mario Sergio. Hoy, muchos de los muebles y objetos son de Duilio, otros llegaron con Mario, y bastantes cosas han ido apareciendo ya como decisión en conjunto. Por sus proyectos en dirección de arte, es común que encuentren (o manden a hacer) objetos interesantes y que al final terminen quedándoselos. Mirando la sala, el comedor, Duilio comenta que a lo mejor todo se ve pensado y planeado, pero la realidad es que muchas de sus elecciones han surgido con la oportunidad. Cree que ha habido más de curadoría que de decoración en la forma como su depa luce.

Duilio sigue muy relacionado al mundo de la moda, aunque el teatro es su principal interés. A finales de enero se estrenó una obra en la que actúa y la primera que ha escrito, “Vive”, en el nuevo Teatro Julieta de Miraflores. Mario también ha colaborado con el montaje desde la dirección de arte, como lo ha hecho antes con otros proyectos de danza y teatro. De alguna manera, ambos están acostumbrados a trabajar en una puesta en escena que está controlada. ¿Cómo se traslada eso a sus espacios cotidianos? “La casa necesita funcionalidad y comodidad en el día a día. Pero también una tranquilidad visual, definitivamente. Teniendo las ocupaciones que tenemos, por lo menos a mí me pasa que lo que veo a mi alrededor me tiene que satisfacer de alguna manera”, responde Duilio.

El departamento no es particularmente grande, pero aún así se permiten la libertad de decirse “ok, esto es lo que tenemos, curémoslo, definamos cómo va”. Van probando y cambiando las cosas según lleguen nuevas piezas. Las plantas se van moviendo sin dejar de tener en cuenta la luz que necesitan; los muebles se van reacomodando sin dejar de lado la forma en que los quieren vivir.

El espejo del comedor es el prototipo de una pieza retroiluminada, diseñada por Mario. Y tienen una lámpara de pie, también creación de Mario, que es una pieza en la que sigue trabajando. El berger de la entrada estuvo siempre en el dormitorio de la abuela de Duilio. Él heredó arte de su mamá, como cuadros de Eduardo Tokeshi, Kareen Nishimura. Y también hay cuadros suyos, es decir, hechos por él, que hizo entre los 13 y los 18 años, cuando pintaba. En el corredor, la butaca que perteneció a la bisabuela de Mario fue retapizada. Y una de las últimas piezas en llegar fue el espejo largo que ambos mandaron a hacer para una producción audiovisual y que se quedó luego en casa.

Justo en medio de la pandemia se desocupó una de las habitaciones, y en lugar de buscar un reemplazo de roommate, decidieron que ese cuarto se convertiría en el taller de Mario. En ese momento empezaron a cambiar las cosas para él. Tener un espacio de trabajo le permitió ordenarse, avanzar con calma, solo el hecho de poder tener todas sus herramientas y recursos a la mano hizo una diferencia en su proceso. “Hay un punto en el que tomé la decisión de realmente conocerme más y eso implicaba aceptarme como artista”, explica Mario. “Fue un proceso muy íntimo, muy personal. Y ese momento importantísimo empezó cuando decidí tener un espacio físico de trabajo”. La casa los acompaña en sus nuevas etapas.

Cuando llegó por primera vez a este depa, a Duilio le gustó descubrir que la entrada es de terrazo, un material hecho a mano que se hace más rico al envejecer. Le importó la altura del techo, que tiene unos 20 centímetros más que el estándar de los departamentos actuales, y solo eso genera más amplitud, menos presión. Le encantaron las molduras del edificio que evidencia la época de transición en el que fue levantado. Supo que se sentiría bien de ocupar todos esos pequeños detalles.  

“Ya no hago arquitectura”, dice Duilio. “Hasta hace tres o cuatro años aún tenía proyectos de arquitectura o de interiorismo, pero ya no. Lo que me gustaba era la parte del concepto, pero no la ejecución. Sin embargo, la arquitectura me sirve para todo. Lo que sé de moda es gracias a que estudié arquitectura, lo mismo con la dirección de arte. Hace ya varios años que comencé en las artes escénicas como actor y ahora estoy abocado a eso. Pero mi mirada como arquitecto definitivamente influye en mi entendimiento, percepción y sensibilidad del espacio”.

Para Mario, no todo es funcionalidad en la vida, y acepta que en algunas decisiones del depa prevalece lo visual. Duilio aclara que es una cuestión más de sensibilidad que de estética. Cada uno de ellos mueve las cosas en el espacio y el otro no necesariamente lo espera, simplemente lo encuentra. Pero ambos saben cómo se quieren sentir. Y también están dispuestos a que todo lo que se pueda mover, se mueva. En una puesta en escena, en un lienzo, en la vida… para ellos, todo se puede reacomodar, si así se necesita.

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