La casa perfecta existe

Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Camila Novoa

Desde que Aurora Becerra y Diego Alcalde se enteraron de que estaban esperando un hijo, empezaron a buscar una casa para recibirlo. La pareja había pasado una estancia larga en México, donde Aurora, diseñadora, trabajaba en la industria textil, y donde Diego, artista, tenía un taller y exponía. El embarazo de alto riesgo de Aurora los devolvió a Lima, y vivieron con los padres de Diego mientras buscaban un lugar propio.

Es necesario hacer un alto aquí para entender qué significó para la joven pareja habitar la maravillosa casa en Magdalena de los artistas Alfredo Alcalde e Yvette Taboada. Se trata de un rancho de los años 1930 que ellos han llenado de arte, hermosos muebles, artesanías, flores y mucho color. Una casa con jardín y con patio; con el gran taller de doble altura de Alfredo, que compartió con su hijo; con la calidez de una familia de artistas amante de las tertulias, los desayunos y almuerzos generosos y las largas conversaciones. Aquí recibieron a Juandi y pasaron su primer año de vida, y Aurora y Diego no podrían estar más agradecidos.

Diego ha crecido en casas con espíritu muy fuerte. Primero, cuando era muy niño, en la Quinta Heeren, y luego en la colorida casa de Magdalena. Eso definitivamente hizo que su búsqueda de un hogar propio fuera difícil, pues la valla estaba alta. Aurora dice bromeando que ser esposa de un artista y buscar casa es lo más complicado: para poder pintar, Diego necesitaba encontrar el espacio, la luz, la oxigenación… Tenían que encontrar la casa adecuada.

“Hemos visto muchas casas, todas buscándolas por Internet, y nada. Un día, mi suegra me dijo: ‘busquemos en el periódico’; yo estaba incrédula, pero resulta que encontró una casa que no aparecía en ningún portal web. Llamamos y la corredora estaba cerca, nos la podía mostrar. Yo fui con Juandi que estaba bien chiquito: ni bien entramos se le cayó la media en la sala, no me olvido de la escena. Él no estaba acostumbrado a salir mucho y estaba entusiasmado, el espacio le encantó”.  

La casa de los años cincuenta estaba muy maltratada. Había que cambiar las tuberías y el tendido eléctrico, y luego resanar todos los ambientes. Pero extrañamente, el jardín estaba muy bien cuidado. Y es que unos jardineros dormían en la casa y se aseguraban de que, a pesar de la ruina que iba avanzando en la residencia vacía, el árbol de ciruela del jardín siga vivo y floreando. La antigua dueña de la casa sacó fruta de ese mismo árbol durante años para hacerle mermelada a sus nietos. Y fueron ellos justamente, sus herederos, quienes entregaron la casa a Aurora y Diego pidiéndoles que nunca corten el árbol. La pareja ni siquiera ha considerado esa posibilidad.

Fueron muy cuidadosos en elegir cada acabado y material que entró en la casa. Querían pisos de madera original y soñaban son una chimenea. Juandi llama “la casa roja” al hogar de sus abuelos y a este lo llama “la casa blanca”. Y es verdad que han sido muy sutiles y claros en los colores, y que es una casa llena de luz y de verde. A Aurora le gusta pensar que transmite paz.

Hicieron varios cambios. La cocina la tumbaron por completo ya que era cerrada y ellos querían una cocina amplia, abierta, luminosa y con visión de la sala y del jardín. Convirtieron un baño en el cuarto de juegos de Juandi y sobre ella, en el segundo nivel, ampliaron una habitación para convertirla en el taller de trabajo de Aurora. Consiguieron incluir un baño en el dormitorio principal y remodelaron el baño de visitas. Entre risas, cuentan que les sirvió mucho ver todos esos programas de decoración durante la pandemia.

En la azotea, Diego construyó su gran taller. Lo quería con el techo inclinado para aprovechar mejor la luz, pero también porque le recordaba a una casa que visitó en París cuando era niño y acompañó a sus padres a un evento cultural. Él mismo consultó con el ingeniero y le especificó lo que necesitaba. Un lugar grande lo hace querer pintar obras de mayor formato.

“Siempre me ha motivado la niñez como tema en mi trabajo, así como la migración, la comunidad afrodescendiente y la fortaleza de la mujer. La llegada de Juandi influyó en mi obra: he pintado varios cuadros donde Juandi ha hecho de modelo, y también tengo otros que sí son retratos de mi hijo, que sí quieren representarlo, y esos no los vendemos. Antes de Juandi, usaba colores más tierra, pero desde que él nació mi paleta se ha puesto más vivaz, más vibrante. Y ahora pinto más animales, porque a él le encantan y siempre me pide dibujarle animalitos”.

Aurora es diseñadora y fue una de las seleccionadas del concurso Jóvenes al Mundo que Perú Moda organizó en el 2017. En México, trabajó con la conocida Cynthia Buttenklepper y se enamoró del mundo del tejido. Ahora se prepara para sacar su marca propia de ropa femenina, bajo su nombre. En paralelo, trabaja en otro proyecto de ropa para niños que se llama Lola & Yeyo. Su hijo es su gran inspiración.

Antes de encontrar esta casa ideal ya habían empezado a comprar y recolectar algunas cosas. Muebles, adornos, recuerdos de viajes. Muchos de esos objetos tuvieron que guardarse durante buen tiempo y permanecieron empolvados, algunos incluso se malograron por la humedad. Ahora que ya están acomodados, han decidido tomarlo con calma. Poco a poco van encontrando más artesanías para su pequeña colección, que ya tiene piezas de México, Lima y Cusco. Cada vez que pueden compran una planta nueva. Pero ya no tienen apuro por completar cada espacio, han entendido que armar una casa es todo un proceso. Ellos lo ven como años de experiencias, viajes y exposiciones.

Suelen desayunar y almorzar los tres juntos. Diego pinta todo el día, hasta que se va la luz del sol, y a partir de ese momento él se encarga de Juandi para que Aurora pueda trabajar en su oficina. Procuran disfrutar mucho el jardín: Juandi ama el columpio que Diego colgó en el árbol de ciruela, ese que daba mimos y mermelada, y que ellos seguirán cuidando.

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