Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Hilda Melissa Holguín
Cuando comenzó la cuarentena en el 2020, Alfredo Yoshimoto se había quedado solo con su gato en un depa en el cual hasta hace poco había vivido con roommates. Mudarse con su novia, Doménica Lecca, era una conversación que ya habían tenido, así que el momento había llegado. Buscar depa en pandemia no fue fácil, todo se tenía que hacer por Internet. Pero Alfredo pudo ver presencialmente este dúplex en Barranco. Le mandó fotos a Doménica y ella penso: “Lo amo”.
“Vi las fotos y ahí estaban el ladrillo, la madera, ¡el color caramelo de la madera! Estaban los clósets, los acabados. Todo era igual a la casa de mi abuela… Me entró una nostalgia locaza. Yo recién vine personalmente cuando ya habíamos firmado el contrato y al ver la lozeta de afuera casi me pongo a llorar, porque era literalmente igualito a la entrada de la casa de mi abuela”.







El edificio ochentero fue diseñado por la notable arquitecta Ruth Alvarado. La dueña del depa es muy amable y la pareja ha notado que la gente que vive en el edificio está enamorada de él. Por ejemplo, la chica que ocupaba antes que ellos su departamento se quedó sin compañera y tenía que dejarlo porque era muy grande: se mudó al depa del frente, en el mismo edificio.
“La luz, el espacio, las plantas, eso de verdad me encanta. Son elementos que no puedes ver en un edificio normal, mucho menos en un edificio moderno”, dice Alfredo. El patio interno que acomoda los bloques del edificio les regala una vista. La doble altura los hace sentir holgados. “Ya no se diseñan así los edificios”.
El lugar que Alfredo ocupaba antes estaba amoblado, nada era de él. Y Doménica se mudó de la casa de sus padres. Casi todo el mobiliario lo tuvieron que buscar y traer. De todas maneras tenían algunas cosas. Como el comedor, que era de los papás de Alfredo y que estaba guardado: su antigüedad coincide con la del edificio, incluso el color de la madera es parecida. Él trabaja en la imprenta de su familia, así que tenía algunas cosas impresas, cuadros y libros, que también trajo. Doménica tenía cuadros que habían sido de su abuela, Antonieta Arata, quien fue interiorista en los sesenta y setenta. Doménica vivió con ella, su abuela en parte la crió, así que cuando falleció pidió quedarse con algunas piezas que eran importantes para ella. Lo hizo pensando en su “casa del futuro”.










Tenían también algunos cojines que compraron en un viaje reciente al Cusco, a pesar de que no tenían ni dónde ponerlos. Al mudarse, se pasaban fines de semana enteros buscando en Marketplace y en grupos de antigüedades. Doménica estudió arquitectura, le encanta el diseño en general y aprecia mucho el del sesenta y setenta. Lo heredó de su abuela. “Su casa era wow, tenía una sala hundida, muebles funky y futuristas. Tenía unos parlantes increíbles que hasta ahora me dan pena porque en algún momento en los noventa los vendieron… Dijeron que el parlante setentero ya no era buena tecnología. Qué bajón”. Felizmente, tienen en su comedor el equipo de sonido del papá de Alfredo, una máquina de 1979 a la que Alfredo le ha hecho una conexión de bluetooth.
El depa tiene unos colores bien especiales, no solo por el ladrillo sino por la pared y los detalles en verde. Inicialmente Doménica dudó, pero ahora cree que va bien. Es un espacio con personalidad, ciertamente. Pero ellos han encajado. A nivel funcional, tiene algunas cosas que podrían actualizarse, como todo depa antiguo. Los enchufes, por ejemplo, y esos detalles. Pero a nivel estético, todo les funciona.
Señor Miso, el gato que Alfredo había adoptado, llegó al depa con ellos. Pero se quedaba solo algunos fines de semana cuando ellos salían. Les daba pena, pues es un gato muy sociable. Ahora, Señor Miso está feliz desde que Tofu llegó en octubre. Cuando comenzaron a salir, Doménica animaba a Alfredo a adoptar un animal. Para mudarse, ella definitivamente necesitaba vivir con uno. “Gato, perro, pericote, no me importaba. Me encanta vivir con animales”, explica ella. Alfredo reconoce que ambos gatitos los han ayudado mucho durante el encierro.
Doménica se dedicó al urbanismo más que a la arquitectura. Actualmente, trabaja en investigación de diseño digital en un laboratorio de innovación. Le encanta el mundo digital y no se esperaba. Por su formación (y el ejemplo de su abuela), claro que hace una diferencia para ella poder vivir en un edificio así de especial. En voz alta ella decía: “Qué importa, si hay algo que encaja con nuestro presupuesto, vamos”; por dentro pensaba “pero este depa es más bonito…”.







Los dos trabajan desde casa, aunque Alfredo tiene que ir a la planta dos o tres veces por semana. Cuando les toca home office juntos, él ocupa el comedor –donde es más ventilado y puede fumar– y Doménica se ha puesto un escritorio en la segunda planta, donde además de trabajar puede pintar y hacer otros hobbies.
El depa es un poco oscuro por la mañana, pero por la tarde entra una luz linda. Está muy bien ventilado. Alfredo hubiera querido una terraza pero, a cambio, tiene una vista linda al patio interior y mucho más silencio. Como dice Doménica, el espacio “no es perfecto, pero es perfecto”.