Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Botanical.pe
Piensa en la casa de su abuela y en esos álamos gigantes, presencias constantes en su niñez, de esas que asumes que siempre estarán ahí. Y que se quedan, de alguna manera. Porque Maria Gracia Rodríguez recuerda con claridad los juegos en ese inmenso jardín, ella y sus primos que recogían nísperos y guayabas y robaban las frutas del vecino. Su abuela les permitía plantar las semillas para que crezcan desordenadas, libres.
Maria Gracia siempre había vivido en departamentos alquilados y nunca se preocupó mucho por la decoración porque casi no pasaba tiempo en casa debido a su trabajo de oficina. Hasta que llegó la pandemia y un home office que podía llegar a ser muy estresante. Se dio cuenta de que necesitaba un espacio para sentirse tranquila y relajada, un ambiente que la calme y ayude en ese tiempo tan exigente.






La arquitecta que diseñó el edificio al que Maria Gracia se mudó antes de la cuarentena también vivía en él. Se hicieron amigas. Apenas pudieron, se fueron juntas al vivero y se compraron un montón de plantas para sus depas. Maria Gracia quería ver verde, quería ver color a su alrededor. “Pero a mí se me moría una planta, a ella se le moría otra, y yo no entendía por qué, ya que les ponía agua y las tenía bajo luz. Entonces empecé a investigar sobre tipos de plantas y cómo cuidarlas, y me gustó mucho”, explica.
Así nació el emprendimiento que inicialmente pusieron juntas, Botanical. Un espacio que no solo vende plantas, sino que también da asesoría para cuidarlas y que ayuda a generar composiciones de acuerdo con el espacio. Eventualmente, María Gracia se quedó sola con el proyecto. Es muy especial para ella: a pesar de que estudió Administración, siempre estuvo rodeada de diseño; su papá es urbanista, su hermana es interiorista y su cuñado arquitecto. Además, en el mundo de las plantas se sintió totalmente en casa.
“Cuánta gente compra un helecho, se le muere y piensa que tiene mala mano… Y no es eso, es que además de la luz y el agua correctas es una planta a la que tienes que dedicarle tiempo. Es cuestión de saber cómo elegir la planta que necesitas y puedes cuidar. Y también es recordar que las plantas no tienen por qué ser perfectas. ¡Nosotros tampoco lo somos! Las plantas son únicas, pueden tener algunas hojas quebradas o mordidas, los bordes ennegrecidos. Son como los seres humanos: tenemos las marcas de cosas que nos pasan, pero seguimos creciendo”.






Varias veces su esposo la ha encontrado con la mirada perdida entre sus plantas, y es que simplemente le fascinaba mirarlas. De hecho, muchas veces entró tarde a llamadas de trabajo por estar cuidándolas. Llegó a tener doscientas plantas en los 120 metros cuadrados de su departamento. Limpiarlas una por una, ponerles el sustrato y regarlas le tomaba un par de horas. Eran como sus hijas. Y ella se llama orgullosamente una “plant lady”.
“No me considero una experta, simplemente soy una aficionada que investiga. En mi casa, quería voltear y en cada esquina ver una selva urbana”, dice Maria Gracia. No solo evocando el hermoso jardín de la abuela, sino impulsada por el amor a la naturaleza que su papá –amante de los campamentos en la playa y en el campo– siempre le transmitió. “Cuando le pones plantas a tu espacio es otra cosa, el ambiente se vuelve más cálido. Logras calidad espacial y calidad de vida”, asegura.
En su depa, tenía plantas en el baño, en el pasadizo, en su cuarto. Asegura que esa creencia de que no puedes tener plantas en el dormitorio es falsa, y que incluso hay algunas muy beneficiosas, como las sansevieras y el caucho, que ayudan a limpiar el ambiente y no ocupan mucho espacio. Para el baño ama las calateas o las boas. Y cuando le preguntan qué especies son buenas para la sombra, siempre responde que a las plantas no le gustan la oscuridad. “La planta no tiene que ir donde tú quieres que vaya, sino donde a ella le va bien”, recuerda.






A inicios de octubre se mudaron a Madrid. Antes del viaje, repartió sus amadas plantas entre familiares y amigas, y también vendió muchas muy especiales. Tenía algunas especies que se demoró en conseguir, que se trajo de la Amazonía, por ejemplo. A medida que las despedía, su depa iba quedando vacío. Les tomaba fotos para despedirse de ellas. Lloró mucho: las había cuidado y querido tanto… Por eso no se las quiso entregar a cualquiera. Y de vez en cuando pido fotos para ver cómo siguen sus “hijas”.
Vender o regalar todos los muebles y adornos que les había tomado ocho años elegir, encontrar o mandar a hacer para tener el depa soñado, no fue fácil. Maria Gracia sintió que cuando por fin había conseguido crear su espacio ideal, este le duró muy poco. Le tocó mudarse de país para empezar en blanco.






Su depa nuevo en Madrid aún está en proceso. Siente la falta de textura y el color de su “selva urbana”. Ahora que tiene que volver a decorar sus espacios, se maravilla ante la capacidad de llenar los ambientes que tienen las plantas, lo mejoran todo y, además, no son caras. Maria Gracia recién ha identificado dónde queda el vivero más cercano, pero tendría que ir en tren y así no va a poder traerse muchas. Está intentando convencer a su esposo de alquilar un carro exclusivamente para ir al vivero y poder elegir con libertad a sus nuevas acompañantes. Para Maria Gracia, vale totalmente la pena.