Espacio para el arte

Palabras: Jimena Salas / Fotos: Paula Virreira

Claudia Pareja estudió derecho y psicoanálisis, pero siempre sintió una enorme pasión por el arte. Y aunque durante mucho tiempo pensó que su lugar sería simplemente el de espectadora o coleccionista, un día surgió una oportunidad que cambiaría su vida.

Todo comenzó con el pedido de hacer un trabajo específico para la feria Art Lima, que duraría apenas unos meses. En este corto tiempo, conoció a talentosísimos artistas jóvenes que la inspiraron y emocionaron. Vio que muchos necesitaban una plataforma que estuviera dispuesta a apostar por ellos, y fue entonces que su perspectiva cambió.

En 2016, junto con Silvana Pestana, abrió Ginsberg Galería. Ambas tenían la idea de que este se convirtiera en un lugar para compartir proyectos jóvenes que tuvieran coherencia estética y narrativa. Claudia sabe que al trabajar con artistas con trayectorias breves, el grado de incertidumbre es alto. “Pero, en realidad, nadie te asegura que un artista va a terminar siendo un éxito en el futuro. Nadie lo puede saber con certeza… Y yo tenía ganas de hacer esta apuesta. Desde el inicio, me identifiqué con la gente por un tema generacional, y por la idea de poder hacer cosas diferentes”, cuenta. Desde entonces, varios artistas peruanos y extranjeros han exhibido en Ginsberg, y la propuesta se volvió rápidamente internacionalizable.

Tras un breve periodo en su primer local, se dio la oportunidad de trasladar la galería al edificio de Armando Paredes de Santa Cruz. Claudia tomó con entusiasmo el cambio, ya que el nuevo edificio en Miraflores era más que perfecto para su proyecto cultural. “El ambiente era idóneo por la ubicación, la disposición y la onda del lugar”, comenta.

Ella eligió el mundo del arte porque admira la actitud libre de los artistas, el hecho de que nadie les pueda decir qué hacer. “Es esencial. El arte sin libertad es impensable”, afirma. Por eso, quería consolidar un lugar en el que sus artistas pudieran mantener esa completa apertura hacia el mundo, sin toparse con límites. La flexibilidad del espacio en Santa Cruz le dio exactamente eso: un lugar libre de prejuicios, céntrico, adaptable y que permite exhibir la obra de creadores con mucho potencial. 

Incluso en tiempos complejos como los que vivimos, para la galerista los obstáculos se convierten en una motivación poderosa. “Quiero hacer cosas más interesantes como para despertar a la gente y decirle: no se ha acabado el mundo”. Ella a veces también se siente agotada por lo que ocurre alrededor; pero sabe que no permitirá que el agobio la paralice. Aún más: siente que este es un momento importante para algunos de los proyectos de sus artistas.

“El arte sobrevive todo y los artistas siempre usan las situaciones adversas como una chispa para crear. Y cuando una persona viene a buscar arte, usualmente está en un momento en que tiene un espacio mental como para recibir y buscar contacto con la pieza. Viene a mirar, sí, pero también a explorar un poco. No solo es una necesidad estética”.

Acomoda con buen ojo las piezas que tiene en el inmenso librero que recibe a sus visitantes, mientras comenta las obras de la última exposición de Ginsberg: las pinturas de Shirley Villavicencio, en los que personajes de piel oscura se muestran en situaciones cotidianas, manteniendo un diálogo muy íntimo con el espectador. A esa muestra le sigue una de Winnie Minerva.

Una conversación con Claudia Pareja podría mantenerse de manera ininterrumpida por horas. Hace poco, viajó a la Reserva Nacional Pacaya Samiria, y como no podía ser de otra forma, también se animó a apreciar la naturaleza desde la perspectiva pictórica. “Es uno de los lugares más maravillosos que he visto en mi vida: todo está vivo. Es alucinante. El Perú es un país riquísimo, es impresionante todo lo que tenemos. Y eso es muy interesante porque también cuando tienes delante a un artista peruano, sabes que es una persona que viene con un legado histórico importantísimo”. Los bordados ayacuchanos, las famosas tablas pintadas de Sarhua, la tradición textil en la sierra y la selva, el manejo del color que traduce la diversidad de nuestros paisajes… todo esto y más la sorprende y seduce, y es también parte de lo que quiere llevar a la galería.

En Lima, una ciudad caracterizada por el gris, esos chispazos de vitalidad son más que necesarios. Por eso ella no puede, no debe, por ningún motivo, parar. En las paredes neutras de su espacio miraflorino, siempre habrá lugar para el color, la vitalidad, el talento, la juventud, el manifiesto social y, sobre todo esto, por supuesto, el arte.

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