Fotos: Hilda Melissa Holguín
Desde que vio las fotos de la casa en esa página inmobiliaria, algo le llamó la atención. Era muy grande, los techos altísimos, la distribución un poco extraña, y cuando la fotógrafa Alexandra Behr la visitó, le pareció perfecta. Era lo que ella y su entonces novio Roberto Elías buscaban. Sin embargo, la casa estaba en venta, no la querían alquilar. Antes de irse, Roberto le dejó a la dueña su tarjeta: “Por si no logras venderla, nosotros vamos a seguir muy interesados”. Se mudaron juntos a un depa, pasaron los meses, y justo antes de que se venza su contrato, recibieron una llamada: era la dueña. No había vendido la casa, en cambio sí había guardado la tarjeta de Roberto. Cuando finalmente se mudaron, Ale entendió la conexión tan grande y natural que sintió por la casa: otra fotógrafa había vivido antes ahí.


Llevan seis años viviendo ahí. Al comienzo, no tenían nada de presupuesto para decoración, así que mudaron todo lo que tenían: algunas cosas de la casa de los papás de Roberto, y muchas cosas que habían estado en el depa donde Ale ya vivía sola. Ella tenía casi todo, solo necesitaron una cocina, menaje y un sofá, porque la sala de esta casa es gigante comparada con el depita en el que antes estaban. Eso sí: trasladar la utilería que Ale usa en sus fotos de embarazadas, bebés y familias, llenó un camión de mudanzas entero. Roberto, quien hace terapia de biomagnetismo, asegura que la energía de la casa conectó siempre muy bien con ambos.
El mantenimiento de un lugar así de grande no es fácil. Pero tanta amplitud se hace muy práctica para la pareja y sus perros. Hoy tienen tres de distintos tamaños y razas: son dos maltipoos y la otra es una hermosa mezcla, por supuesto cada uno tiene su personalidad. Es un trabajo aparte cuidarlos y estar atrás de ellos, pero Ale no duda en decir que sus mascotas son la alegría de la casa.
“Todos los años compramos cositas, vamos cambiando la decoración, sumando. ¡Y cambio de sitio las cosas todos los días! Así sea mover una maceta… Siempre he sido así: cuando era chica y vivía con mis papás, mi cuarto lo tenía un mes así, y al otro movía la cama, o pintaba la pared solita y sin pedir permiso. Lo mismo hago ahora. Siempre estoy viendo cosas para mi casa, creo que tengo una decoradora frustrada dentro de mí”.


Tenía unas alfombras vintage de Marruecos y no sabía cómo ubicarlas. De hecho, ni se imaginaba que encontrarles un lugar le iba a resultar complicado. Llamó a su amiga la interiorista Vera Velarde y ella no solo le ayudó con las alfombras, incluso le movió la distribución de los muebles para que todo amarre. Ale tiene un cuartito donde guarda objetos y muebles antiguos que han ido comprando desde el momento en que empezaron a vivir juntos.
“No tengo un estilo marcado, yo necesito el cambio. A Roberto no le importa mucho la decoración. Yo le pregunto a veces si no le parece importante despertarse en un lugar bonito… A mí me interesa levantarme y sentirme inspirada con lo que veo. Soy fotógrafa, todo lo que hago es visual, es muy importante vivir en un lugar no solo con armonía, sino que me encante”.
Así como tuvo muchos aciertos al momento de armar su casa, reconoce que tuve desaciertos: en febrero, poco antes de la cuarentena, decidió pintar toda su área social porque estaba aburrida del blanco. Sabía que dejarlo así era lo más práctico, que la casa es alquilada y pintarla es un chambón, pero se obstinó e incluso ni siquiera hizo pruebas, quería pintarla ya, quería color en su vida. La pintó en un tono “verde comisaría”. Y se pasó la cuarentena con la casa verde, tratando de quererla, le dio todo lo que pudo, hasta que finalmente no soportó más y tuvo que volver a invertir en pintarla. Esta vez, eligió colores neutros y cálidos, pero bajitos. Entendió que con un color muy potente se iba a aburrir más rápido.

Hace compras impulsivas para la casa. Y sí pues, a veces se arrepiente. Pero va aprendiendo. A no comprar por tendencias, por ejemplo, sino buscar estilos que sean versátiles, que perduren en el tiempo. ¿Qué hace ahora, antes de comprar cualquier cosa? Se pregunta si hace cuarenta años se hubiera visto cool y si en cuarenta más lo seguirá siendo.
La lámpara colgante de cristal de su tía bisabuela es lo único que ha heredado. Es antigua y resalta por ser una pieza bien especial, pero mantiene la armonía con el resto de la sala. Lo más importante: a Ale le encanta. Su silla Pavo Real de ratán le hace acordar mucho a la casa que su familia tenía en Chaclacayo cuando ella era chica. La compró mucho antes de que se pongan de moda. Le hace feliz tenerla y le encanta su estética.
Ale es reconocida por sus hermosos retratos, que se convierten en recuerdos muy valiosos para todos aquellos a quienes fotografía. Ella también ha querido llenar su casa de recuerdos. Hace poco sacó una repisa muy grande que tenía en la sala, para poder dejar toda una pared libre y colgar ahí las fotos de su matrimonio con Roberto, poder exhibirlas y mirarlas siempre. Ha enmarcado también una hojita que cayó de un árbol en la orilla del río Sena, en París, la primera vez que viajaron juntos: Roberto la recogió y la guardó en la billetera de Ale, y ella la encontró un año después y quiso celebrar lo especial de ese momento. Ese tipo de piezas repartidas en la casa le hacen sentir que “el espacio es mas mío y menos prestado”.

En el comedor acaba de sumar un tapiz botánico que cubre casi toda la pared, en la que además ha puesto papel con una trama muy sutil. Nunca había jugado con el wallpaper, pero le encanta cómo quedó. Tienen en la sala una pintura de Ale hecha por Conrad Flores, y la cabeza de Van Gogh de Paul Aroid. Hay ilustraciones, prints y fotos tomadas por la propia Ale. Ahora le gustaría poner cuadros botánicos. Esa pared va cambiando.
En plena cuarentena decidió conseguir una chimenea. Obviamente no podía construirla, aunque le hubiera encantado tener una de esas chimeneas de casa antigua. Lo que hizo fue mandar a hacer una de colgante de etanol, que tenga una forma redondeada, inspirada en una chimenea real. No sale humo, no huele y no afectó la construcción de la casa, y es un plan igual de especial para los dos, pasarse las tardes más frías juntos, abrigados, bien en casa.