Vivir a su manera

Palabras: Jimena Salas / Fotos: Hilda Melissa Holguín

En el último tiempo, la vida de Milagros Villalobos ha dado un giro de 180 grados. Cambió de trabajo; se separó y se divorció; se reinventó en medio de una pandemia. Y toda esta metamorfosis ha sido casi involuntariamente plasmada en las paredes, suelos y ambientes de su departamento. Este espacio es ella. Hoy, en el sentido más amplio, ella habita cada detalle de su hogar.

El proceso ha sido duro, sin duda. Lleva tres años viviendo en el mismo sitio; el primero de ellos lo pasó estando todavía casada. En ese momento, su relación estaba como suspendida en un lugar indefinido. Los cuadros que compraban juntos se quedaban almacenados en algún rincón que luego olvidaban. La casa siempre estaba “a medias”. Quizás no les gustaban las mismas cosas, o quizás ninguno de los dos sentía que ese era, por completo, un hogar.

Por eso, una vez que estuvo sola, se hizo más que necesario un cambio. Milagros sintió que toda la casa estaba impregnada de una personalidad que no era la de ella. Los primeros meses parecía imposible encontrar las ganas. Pero entonces, llegó la pandemia, y ya solo quedaba una dirección hacia la cual remar. Dejó su trabajo en una prestigiosa empresa financiera, y de pronto el tiempo se vio detenido en una cuarentena que la obligaba a mirar una y otra vez los mismos muros. Así que sacando fuerzas de algún rincón olvidado -quizás el mismo donde se mantenían los cuadros que aún no colgaba-, decidió convertir su espacio en su nuevo proyecto personal.

Sin querer, todo empezó a tomar una nueva forma: la forma de Milagros. Adoptó a su perro en mayo del año pasado. Comenzó a volcar todo su interior en la decoración de su hogar. “Pude haberlo hecho de otra forma; mi mejor amigo es decorador, pero no lo inmiscuí porque para mí, este era un proceso muy catártico”, menciona. “Ahora me doy cuenta de que cada elemento aquí dice algo de mí, y es algo relevante”.

Por ejemplo, tiene una peculiar colección de muñecas Guan Yin. Estas llegaron a su vida cuando era muy pequeña. Sin saber por qué, miraba la misteriosa escultura asiática que les habían dado a sus padres como regalo de boda. Decidió adquirir varias, solo que con una cualidad algo insólita: que estuvieran rotas. “Yo sentía que nadie más las quería, pero yo podía darles una segunda oportunidad. Incluso rescaté una que había pasado años en una caja, rechazada por su dueño. En parte, pienso que son un poco como yo: sobrevivientes con cicatrices”. Tiempo después, investigando un poco más sobre el significado de estas piezas, Milagros descubrió además que Guan Yin simboliza la compasión y la misericordia.

También están sus jarrones y ánforas de estilo asiático, emblemas de la abundancia del espítiru. O sus adornos de caballos, esos seres libres y salvajes a los que les tiene mucho miedo, pero que al mismo tiempo, le encantan. Junto con estas piezas, los colores, las texturas, los prints, el arte inundan las paredes.

“Ahora mi casa realmente soy yo. Estoy acá. Y no existe la presencia de nadie más, lo cual me ha ayudado muchísimo a sacar emociones”, reflexiona. Ha cambiado las cosas de sitio unas treinta veces, según sus cálculos. Hasta hace un tiempo, cada semana se podía ver algo diferente, pero esto solo siguió pasando hasta el momento en que ella misma dejó de mutar. Finalmente, se sintió tranquila, cayó en cuenta de que se había encontrado, y se sorprendió de ver cómo el proceso de hacer y decorar su casa podía ser tan íntimo y terapéutico a la vez.

Fue entonces que sucedió la magia: amigos y conocidos comenzaron a escribirle. Le mandaban fotos de sus lámparas, le pedían opiniones sobre decoración, empezaban de la nada a preguntarle cómo podían ellos arreglar sus propios espacios. A la gente que la rodeaba, le gustaba el cambio que había operado en su casa. Les gustaba el cambio que había ocurrido en ella. Eso que ahora manifestaba, se volvía agradable para los demás.

Y el efecto se fue multiplicando. Después de tomarse un breve receso de la vida laboral, tras esos diez años que había dedicado al marketing en una gran compañía bancaria, se preguntó “¿Qué es lo que quiero?”. La voz renovada de su interior la empujó a tomar otro riesgo. Eligió una entidad enfocada en un segmento completamente nuevo para ella, pero en la que siente que realiza un trabajo que le retribuye mucho más a nivel personal. Ahora es consciente de que puede hacer algo más significativo y por muchas más personas, y eso, aunque pudo parecer atemorizante al inicio, hoy es otro motivo para sentirse orgullosa de sí misma.

En el comedor, ha colgado un cuadro con la frase “Con todo menos con miedo”. Esta se ha convertido en una suerte de mantra de esta fase de su proceso. Cuando llegó al nuevo trabajo, veía que todo era diferente y retador, pero ella acudía a sus paredes, a sus colores, a su cuadro recordándole que esta era otra etapa, y entonces decía “voy, ya no importa nada”.

“Tengo claro que lo que ves en mi departamento no es la estética típica, puede que no a todo el mundo le guste, pero al final son ideas, son cosas que a mí, me inspiran. Mi casa me inspira”, comenta Milagros. Ha creado un ecosistema propicio para nutrir su creatividad y no dejarse paralizar por el miedo. Por eso, sus ambientes son expresivos, abundan en detalles y colores vivos. Mientras tanto, lo femenino toma absoluto protagonismo: se percibe en sus muñecas, los adornos de porcelana, los espejos con marco de pan de oro, las figuras de labios rojos reproduciéndose aquí y allá.

Milagros Villalobos ha vuelto a empezar. Ella define esta, como una segunda etapa de su vida. Y por eso lo que se ve a su alrededor es una reafirmación de quién es. Aquellos elementos que antes no se atrevía a mostrar, hoy se exhiben con orgullo y combinan estupendamente bien. Parar aquello que la mantenía estancada, salir de su zona de confort, repensarse y luego redecorar como expresión de lo que llevaba dentro, le ha ayudado a darse cuenta de cuánto se gusta (y de cuánto gusta a los demás, aunque esto sea secundario). La ha empoderado. Así que, a final de cuentas, todo lo que ha pasado valió la pena.

En un año más, quizás haya nuevos cuadros en las paredes. A lo mejor los adornos habrán cambiado. Puede que algunos muebles sean reemplazados. Lo único que es definitivo es que Milagros habrá aprendido más cosas, y que seguirá sintiéndose segura, tranquila y contenta con quien es.

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