Fotos: Alejandra Vera
A finales del año pasado, Fernanda de la Puente fue incluída por la revista “Hola!” en un recuento de nuevo talento español. La coach de nutrición, profesora de yoga y actriz en ciernes se sintió complacida y algo sorprendida por ser considerada en la lista, teniendo en cuenta que no es española sino peruana. Fernanda llegó hace dos años a Madrid, donde lleva una vida que describe como tranquila e inspiradora. Aquí se siente constantemente motivada.
Vivió en Lima hasta terminar el colegio. Estudió Nutrición en California, luego se mudó a Nueva York, donde se quedó siete años antes de trasladarse a Madrid. Su conexión con Perú es muy grande, por supuesto, aquí están su familia y amigos. Suele visitar muy seguido y organiza retiros de yoga en Lima y Cusco. Es una relación tan personal como profesional. Pero la distancia le ha dado una perspectiva que le gusta y por eso siempre necesitó moverse, viajar, hacer lo que le gusta en distintos lugares, con distintas personas y aún así poder conectar. Para Fernanda, ese desapego, esa facilidad para ir y venir la ayuda a profundizar en su trabajo, es lo opuesto a estar estancada. Las ideas fluyen.


Llegó a este piso solo con dos maletas. Había acumulado demasiadas cosas en Nueva York así que, antes de su mudanza, regaló buena parte de eso y algunas otras cosas las mandó a Perú. A Madrid llegó ligera. Buscando departamento, descubrió este edificio antiguo, de comienzos del 1900, con el valor histórico de haber alojado una imprenta con la que trabajó el escritor Benito Pérez Galdós. A Fernanda le encantó la entrada del edificio, que aún conserva el portal enorme por donde alguna vez entraron los coches tirados por caballos; los faroles gigantes que cuelgan del techo y el ascensor antiguo que sube y baja por el centro de las escaleras.
Fue el primer piso que vio. Y aunque tuvo que visitar otros para quedarse tranquila (es parte de su personalidad), al final se quedó con este depa del barrio Justicia, que está de moda. Mucha gente joven vive por aquí y el local donde Fernanda da clases de yoga queda prácticamente al lado. Es un barrio que tiene muchos otros edificios antiguos reformados, pero ninguno como este: Fernanda no ha visto otro piso así en Madrid, con ese toque rústico que te hace sentir en el campo, aunque estés en plena ciudad. Tiene un charm y un cáracter distintos.
“Buscaba un sitio donde pudiera sentirme realmente en casa. Yo soy muy de campo y de naturaleza, toda mi vida he vivido en casas con jardín o con espacios al aire libre, y quería sentirme acogida, quería encontrar esa parte rústica, conectar con materiales como la madera o la piedra. No hubiera conectado con un piso contemporáneo y minimalista, o con muebles de acero o vidrio, un lugar frío. Los ángulos fuertes me chocan energéticamente; aquí verás que mis puertas superantiguas no son uniformes, no son perfectas, son muy orgánicas. Para mí, una casa tiene que tener calor y tiene que dejar entrar mucha luz. Aquí tengo ventanas que dan al cielo en todo el departamento y lo agradecí mucho durante la cuarentena. Estaba encerrada, sola, pero aún así me sentía bien en mi casa”.



A Fernanda le gustan las paredes redondeadas y los colores neutros salpicados por plantas verdes. Encuentra mucha inspiración en la estética mediterránea, balear, y le gusta imaginar que su departamento se asemeja en algo a la vida de pueblito, de isla. Su estilo personal al vestir, por otro lado, tiene mucho más color… una explosión de color y de estampados, digamos. Y accesorios, muchos, que la hacen sentirse distinta.
El gran protagonista del departamento es el librero de que ocupa todo el fondo del área social y que sube hasta la pared con troncos de madera. Una escalera es necesaria para llegar a la última repisa y es un encanto como parte de la decoración. También hay alfombras de Marruecos y de Perú, y cojines peruanos. Tiene sombreros de Cusco, del norte de Perú y de California, que también se han vuelto parte del interiorismo a su manera. Tiene muchas jarras y jarrones, candelabros, portavelas y cerámica. Pero sus objetos imprescindibles son aquellos que no solo adornan, sino que usa. Como el recipiente que compró en Marruecos y que está siempre al lado de su cama, pues ahí guarda su rosario y los mala beads que usa para meditar. O como las piedras que recogió una vez de un río en Urubamba, la concha que encontró en Tulum, o los cristales que sus amigos le han regalado y que le elevaron la energía durante el confinamiento. Es muy importante para ella tener un contacto físico con la naturaleza.
Uno de los objetos más importantes es su armonio de la India. Es un instrumento musical que usa durante sus lecciones de yoga: hecho a mano, cada uno tiene un sonido propio. Es enorme y aparatoso pero aún así, Fernanda viaja con él cada vez que puede. Se lo lleva en tren o en auto, hasta en viajes cortos. Vale totalmente la pena porque cuando da una clase y tiene con ella su armonio para acompañarla al cantar los mantras, todo es distinto.



El tipo de yoga que practica es Jivamukti. La primera vez que tomó una clase de yoga fue en Lima, cuando tenía 15 años. Pero recién en California, mientras estudiaba en la universidad, se dio cuenta del potente efecto que podría tener en ella una práctica continuada. En realidad, Fernanda empezó con la danza y la meditación, y a través de ellos llegó al yoga. Descubrió una forma muy automática y eficiente de conectar consigo misma, a pesar de estar lejos de su hogar y de todo lo que le era familiar. El yoga la “traía” cada vez. Supo que tenía que seguir explorando eso, para estar bien.
Lo de “Hola!” no fue su primera vez en prensa. Ha aparecido en revistas y portales como “Vogue”, “Elle”, “Into The Gloss” y “Refinery29” principalmente por su trabajo como coach nutricional y por su blog “Cómo como” (que ya no actualiza). Actualmente, su vida profesional se divide entre las clases de yoga que dicta y las clases de actuación que toma. Puede parecer una contradicción de energías, pero ella le encuentra total sentido. “Por más que el yoga es una exploración interna, de introspección, cuando decides ser profesor tienes que comunicar. Se necesitan muchas de las herramientas que uso en la actuación. Entonces sí necesitasextrovertir, mirar hacia afuera”, explica Fernanda. Para ella es muy importante tener ambas cosas en su vida, muchas veces le preguntan por qué no se enfoca al 100% en la actuación, y a pesar de que le encanta y quiere seguir creciendo en eso, el yoga la satisface de una manera muy distinta. El yoga la estabiliza y la actuación le permite volar.
Ha creado un estilo que mezcla Jivamukti yoga con shaking (una práctica de meditación) y baile. Le ha puesto Asana Groove y ha dirigido varios retiros, sobre todo en medio de la naturaleza, con este formato divertido que usa el movimiento para entrar en un estado de meditación. A veces incluye un baño de sonido y contrata a alguien que toque los bongs. La idea se originó cuando vivía en Nueva York y empezó a dictar yoga con un Dj en vivo. Fernanda se da cuenta que el yoga puede ser restrictivo para ciertas personas, que no llegan a soltar la tensión. Por eso quiso lograr una técnica entretenida, fácil y que provoque. Ella se divierte muchísimo dictando las clases.




Su trabajo, entonces, implica estar en constante movimiento y así lo prefiere. Pero uno siempre vuelve a casa. En su depa, le gusta recostarse a escuchar música y leer (está acabando libros, algo que hace mucho tiempo no lograba hacer por lo ocupada que estaba). Le encanta ver películas en el proyector y cocinar, sobre todo por las noches, o prepararse un gran desayuno. Como dijo, una vida tranquila e inspiradora.