Una casa con nombre

Fotos: Hilda Melissa Holguín

Toda casa tiene una historia. Esta, además, tiene un nombre. La Casa B es más que la base de operaciones de Backyard, la empresa de catering y diseño de eventos de Betania Tello. Es más que el lugar donde recibe a sus clientes, donde concibe y organiza eventos, donde produce arreglos florales y otros elementos decorativos, y donde almacena cientos (¡o miles!) de piezas que usa en sus celebraciones. La Casa B también es el hogar de Betania. Es el centro del mundo que ella quiso crear. Un mundo cálido, bonito, que huele a flores, un mundo como aquel en el que ella creció.

Betania es arquitecta y a eso se dedicó hasta el 2014. Trabajó con un arquitecto haciendo pabellones universitarios, y fue parte del prestigioso estudio de Jordi Puig, donde aprendió mucho sobre interiorismo. Los eventos eran algo que hacía en paralelo, que le gustaba y que poco a poco fue creciendo. Hace seis años decidió dejar su trabajo fijo y dedicarse exclusivamente a Backyard. Entonces supo que necesitaba un lugar para trabajar y un espacio de almacenaje. Pero más allá de la funcionalidad, no quería abrir la puerta a sus clientes –que llegaban a ella para pensar un día tan especial como su boda, su aniversario o su cumpleaños–, y hacerlos pasar a un sitio frío como una oficina. Quería hacerlos pasar a un lugar tan acogedor como la sala de su propia casa.  

“Llegué a esta casa y me pareció un lienzo en blanco. Es de los años cuarenta y me encantaron sus molduras en los techos, el piso, los zócalos, su jardín. Me encantó que te pierdes un poco en la casa. Por supuesto, estaba fuera mi presupuesto, pero igual quise verla, le conté a mi papá y él me acompañó. Yo ya la había descartado cuando él empezó a negociar. Yo no entendía, pero me hizo una seña para que no me meta. Mi papá acababa de vender su chacra en Ica: cuando salimos, después de haber llegado a un acuerdo por la casa, me dijo ‘He estado buscando en qué negocio invertir, y qué mejor que invertir en mi hija’. Mi papá se convirtió en mi socio, y así empezó todo. Eso fue a finales del 2014. Me mudé aquí en enero del 2015”.

Su primera noche sola aquí, se preparó pasta, abrió una botella de vino y con una copa en la mano, se vio en medio de la casa vacía. Se dijo: “Ahora esta es mi historia, tengo que empezar a llenarla”. Esa noche durmió plácidamente.

Su esencia está entre lo moderno, lo clásico y lo vintage. Le gusta rescatar y transformar muebles. Por ejemplo, tomó el aparador que había sido de la casa de su abuela, le quitó las puertas, le puso columnas y espejos, y lo convirtió en la chimenea decorativa que sirve como remate de su sala. Pero también le gusta divertirse con los ambientes. Mandó a hacer grandes letras en espejo que formen la palabra “yes” y colgó la frase en esa misma pared, como diciendo “sí al vestido; sí acepto; sí, vamos con tu idea Betania”. Combina su decoración con las piezas que usa en sus eventos. Tiene demasiadas como para almacenarlas todas en cuartos cerrados. Integrándolas en sus ambientes las cuida mejor, y le sirve que estén a la vista. Le gusta la idea de que todo sea colorido, y que todo se encuentre y se mezcle.

Los ambientes están llenos, eso sí. Pero esta casa es tan generosa, que cuando parece que ya no cabe más, hace espacio para seguir recibiendo. Hace unos meses, Betania trajo varios muebles que habían estado en la casa de sus papás, muebles y adornos que habían sido de su madre. El aparador lleno de antigüedades de cobre; las sillas de estilo colonial de madera; los lamparines chiquitos sobre la chimenea. Esta es su manera de tenerla presente en su día a día.

A medida que vamos creciendo, ya entrada la adultez, nos damos cuenta de cuánto nos parecemos a nuestros padres. Tomamos decisiones y entendemos mejor las que tomaron, en su momento, ellos; decimos algo en voz alta y pensamos, riendo: “lo he dicho igualito a mi mamá”. Betania se parece a la suya. Tiene su misma sonrisa suave, tersa. Tiene su belleza plácida, que comparte con sus dos hermanas. Lo dicen las fotos que familiares que están en su dormitorio. Su mami murió inesperadamente a comienzos del año pasado, y esa sorpresa suspendió a Betania en un duelo largo. Pero sucedió que la oscuridad le dejó ver algo que ya sospechaba: que la inspiración para Backyard es su mamá. Que es su manera de seguir viviendo como ella quiso.

“Creo que ella nunca se lo creyó, pero mi inspiración para crear esta empresa fue ella. Más que la intención de empezar un negocio fue mi manera de querer rescatar momentos que me hicieron tan feliz. De recordar mi infancia en Palpa, una provincia de Ica en la que pasé toda mi niñez hasta terminar el colegio. Teníamos una casa grande con jardín, estaba la chacra de naranjas de mi papá. Caminábamos con mi mamá por la playa y ella recogía troncos secos y los traía a la casa. Mi mamá amaba las plantas y las flores, vivíamos rodeados de ellas. Como en Palpa no había mucha vida social, ella se inventaba celebraciones: Halloween, la Reina de la Primavera, la Reina del Río… Nos hacía disfraces, decoraba la casa, decoraba la mesa. Era el gusto de hacer algo bonito y especial, de tener un momento especial. Eso, al final, es lo que me mueve para diseñar mis propias celebraciones. Crear recuerdos. Como esos recuerdos de mi niñez, esos recuerdos de ella”.

La pandemia ha cambiado nuestra percepción en muchos sentidos, dice Betania. Más que nunca, hemos tenido ganas de ver a nuestros hermanos y amigos, de abrazar a nuestros padres, de compartir momentos. Frente a las noticias dolorosas, Betania piensa que necesitamos preservar la ilusión, al menos eso le pasa a ella: por eso es que muchos de sus clientes han rehecho sus planes y ya están pensando en cómo va a ser su boda el próximo año. “La ilusión de casarte, de hacer un viaje, de celebrar el cumpleaños de tu hijo… todo está mal ahora, pero volverá a estar bien en algún momento”, lo explica Betania. La ilusión de celebrar por el gusto de celebrar, como hacían ella y sus hermanas de niñas, como le gustaba a su mamá.

Durante la cuarentena, Betania se ha reencontrado con su casa. La verdad es que, por muchas razones, necesitaba hacer una pausa. Backyard creció mucho, sin un momento para parar y estructurar ese crecimiento. A veces, Betania sentía que no tenía vida. No tenía ni cinco minutos para sentarse en su hermoso jardín. En estos meses de confinamiento, ha aprovechado para planear bien las nuevas dinámicas de su empresa, para cuando pueda volver a arrancar de a pocos. Pero también ha vuelto a ver la luz que entra por las ventanas de su casa; ha limpiado y ordenado, ha puesto las mesas esquinadas como le gusta. Y ha buscado en esas flores que tanto le gustaban a su mami, una nueva forma de crear bonitos recuerdos.

Lo único que ha cambiado de la casa han sido el patio y el jardín, que ha adaptado para su nuevo proyecto de flores a granel, una iniciativa que permite elegir flores sueltas y armar “recetas” únicas, como les dice Betania a sus arreglos. Tiene calas, rosas, anturios, verónicas, extrañas proteas, decenas de tipos de flores… cada género significa algo, cada color cuenta una historia distinta. Betania trabaja tranquila aquí: ha hecho de esto una terapia, una forma de liberar sus emociones y transformarlas en mensajes que ilusionen a quien los recibe. Y así pasa sus días como siempre quiso, inmersa en un mundo lleno de detalles, de memorias familiares, que huele a flores.

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