La línea de la vida

Fotos: Hilda Melissa Holguín

Una casa cambia a medida que cambian quienes la habitan. Y claro que las personas lo hacen. Tienen otro trabajo, descubren nuevos intereses, imaginan nuevos sueños. Las familias crecen; las relaciones se transforman. El departamento en Chacarilla del arquitecto César Lee fue el hogar familiar mientras estuvo casado; hoy lo experimenta en una nueva etapa, como un hombre soltero, como el padre de una adorable hija de 4 años, y como un profesional del diseño dispuesto a entender y a sacar lo mejor de su entorno.

Ya es más de un año que vive solo en este depa. Durante todos esos meses, no necesitó más que su dormitorio, su oficina y la barra de la cocina. Lo visitaban amigos y no tenían dónde sentarse, cuenta riéndose. Ha sido durante la cuarentena que encontró el tiempo y el entusiasmo para remodelarlo. Hoy, puede decirse que este lugar responde totalmente a su estética y su nuevo estilo de vida; aún más, que es su mejor carta de presentación como arquitecto.

Suyos son proyectos como los locales de La Verdad de la Milanesa (Mención Honrosa en la I Bienal Internacional de Arquitectura, Diseño y Paisajismo), el bar Lyra (nominado al Restaurant and Bar Design Awards 2020 y Mención Honrosa en la II Bienal Internacional de Arquitectura, Diseño y Paisajismo), Checha Tea Bar & Food Station, La Cabrera, y la reciente (y sorprendente) transformación de la discoteca Vale Todo en un minimarket. Quizá César sea más conocido por sus trabajos comerciales, pero su estudio se ha encargado de varios proyectos residenciales, y su forma de abordar el diseño siempre es la misma: piensa en los materiales, en lograr un espacio con personalidad y, por qué no, con algo de riesgo.

Esas premisas se reflejan en su propio departamento. Por muchas razones, este es un lugar estimulante: “Me inventé un proyecto de pandemia para no dejar de crear. Al comienzo estaba aburrido, no sabía qué hacer. Hasta pensé en fabricar un desinfectante, incluso hablé con un amigo químico y con un formulador… Felizmente esa idea nunca se concretó”, se ríe el arquitecto. “Es que yo necesitaba hacer algo. Venía de un tren muy intenso de trabajo, de muchos proyectos, de inaugurar muchas obras: estoy muy acostumbrado a estar de allá para acá, de arriba abajo. Hasta que me dije, ok, es momento de terminar mi casa”.

Tuvo que sentarse a pensar qué quería de su espacio personal, algo que en casi un año no había tenido tiempo de hacer. Las superficies cambiaron. El área social se hizo con contrastes y carácter. La cocina abierta tiene mayólica blanca y una barra enchapada en piedra negra. La pared principal de la sala está recubierta por madera oscura con ranuras, que da una textura muy especial. Al otro lado de la habitación, la pared verde es el fondo perfecto para los muebles oscuros que César prefiere.

Mandó a hacer la mesa de comedor en un mármol negro, pero con mucha veta. Ya tenía las sillas Tolix; las sillas Acapulco y las butacas de ratán las había mandado a hacer mucho antes de la pandemia, pero no había tenido tiempo de ir a recogerlas al taller. Las bancas de la barra las rescató de un proyecto, así como el sofá que inicialmente era en ele y solo tuvo que modificar. Aunque hay una atmósfera ciertamente masculina, los cojines, los motivos florales, los colores, las plantas: todo contradice el típico cliché de depa de soltero. Por eso, ese cojín que dice “macho” con letras bordadas en perlas, es una provocación divertida y una ironía.

La luz lo es todo aquí. Oscurece pronto, y César lo resuelve con luz indirecta y cálida (siempre). Le encantan los neones, en la mayoría de sus proyectos los incorpora. Obviamente, es un elemento decorativo que tenía que estar presente en su depa, y es lo que genera la atmósfera del lugar. El neón naranja, al mezclarse con la luz amarilla de las lámparas, adquiere distintas tonalidades a medida que van pasando las horas: rojo, naranja, rosa… El arquitecto juega así con intensidades y colores, y los ambientes dinámicos se van transformando del día a la noche. El neón más importante corona la sala: es la línea de la vida. ¿Qué significa para él? “Pueden pasarte mil cosas. Puede pasarte un divorcio, una enfermedad, hasta una pandemia. Pero también puede nacer una hija… Pueden pasarte un millón de cosas buenas y malas y así es la vida. Así que este es un símbolo que significa mucho”.

Necesita estar rodeado de mucha vegetación: le encantan los ambientes al aire libre y en sus diseños siempre trata de establecer una relación entre el interior y el exterior. Y necesita arte: en su sala tiene un óleo en gran formato de Franco Domenack, artista urbano con quien ha trabajado en muchos de sus proyectos; tiene también una serigrafía de Daniel Alfaro, lettering de Carga Máxima y una foto que Renzo Rebagliati tomó de Lyra. César guardaba muchísimos prints de viajes y de museos, ni siquiera los había enmarcado, y esta fue la oportunidad de colgarlos.  

Completar su depa tenía varios retos adicionales. Por un lado, César hace home office desde hace tiempo, y es usual que reciba clientes en su casa. Tenía que lograr algo muy personal y cool, pero también que el potencial cliente entienda que todo puede adaptarse a otras necesidades y estilos. Pensando en esa flexibilidad, el arquitecto quiso que la otra mitad de su departamento, el área privada, sea más neutral, con una paleta más clásica, aunque sin perder interés. Además de su dormitorio y su oficina, en esta parte del depa está la sala de juegos y la habitación de su hija Agnes, que necesitaba un buen espacio para ella.

Agnes también se queda en el departamento y cuando está aquí, tiene que estar cómoda. César hace que ella sienta que participa en todas las decisiones de decoración del depa, dando su opinión y su aprobación. Agnes se lo toma muy en serio: cuando ha llegado algo nuevo sin que ella lo sepa antes, le ha advertido a su papá que la próxima vez debe consultarle. Agnes sin duda tiene carácter. “A ella también le gusta ordenar sus cosas, le gustan ciertos colores en su ropa, es picky en cuanto a diseño, la veo como yo…”, dice César. Siempre supo que el departamento tenía que sentirse de los dos.

“Desde que he hecho la remodelación ha cambiado mi dinámica en el depa. Ahora me provoca sentarme en la sillita del recibo y leer con la luz de la ventana; cuando hago reuniones de Zoom las tengo en la sala porque está mostra. Y puedo quedarme jugando horas con mi hija en la sala de estar”.

El arquitecto considera que este es un proceso por el que está pasando mucha gente, no solo quienes trabajan en diseño. De una manera u otra, todos estamos valorando más el espacio personal. Para César, si alguien no pasaba mucho tiempo en su casa, no se daba cuenta de lo que podría tener en sus ambientes para mejorar su calidad de vida. Él ama hacer home office porque le deja disfrutar sus espacios. Y nota esa tendencia en los proyectos residenciales que ha empezado recientemente: le piden cosas que antes no le pedían, como espacios para trabajar, claro, pero también bibliotecas, ambientes para concentrarse, exteriores bien diseñados. César está contento con eso: el cambio lo estimula. Y es parte de la vida.

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