Una vista espectacular

Fotos: Jairo Cubas y María Fernanda Medina

La sensación es indescriptible. Abrir la puerta del departamento y, de pronto, darse de cara con el poderoso perfil de los dos volcanes bajo el cielo encendido, contrastado por la verde campiña a sus pies. Uno piensa: ¿es esto real? Pues así se despierta todas las mañanas la publicista y diseñadora María Fernanda Medina en Arequipa. La vista del Misti y el Chachani han sido parte de sus mañanas mientras se arreglaba para irse a trabajar a Provincia, el estudio de branding y comunicación que dirige. Desde que empezó la cuarentena, acompañan sus días y sus noches, como dos guardianes a la distancia.

El departamento está en Cayma, en la ribera del río Chili, cerca a las faldas de los famosos volcanes de Arequipa, y por eso se ven (y se sienten) tan cercanos. María Fernanda vive con su esposo Mauricio Morán –más conocido como “Caucho”– desde hace cuatro años. Antes estaban en un depa pequeñísimo que quedaba en un semisótano: era interesante y lo habían decorado bien, pero no tenía luz, no entraba el sol y no podían tener ni plantas. Además, todo debía caber en una sola habitación. Por aquella época estaban empezando sus empresas (en las que ambos son socios) y ahorraban lo más posible para poder invertir en sus oficinas.

“Nosotros solemos trabajar todo el día. Estoy en mi oficina todo el día, llego tarde a mi casa; solo estábamos en el departamento sábados y domingos. Por la cuarentena, en cambio, he disfrutado mucho mi depa: estar leyendo un libro o trabajando en la computadora, voltear y ver ahí los volcanes y el supersol… cambia muchísimo la dinámica aquí adentro”.

Fueron armando los 100 m² de a pocos. En su primer depa no entraban muchos muebles así que tampoco tenían tantas cosas que mudar al nuevo hogar. Así que fueron comprando y mandando a hacer lo que necesitaban, por partes y a lo largo de estos años. Por un lado, no querían hacer una inversión muy grande, de una sola, para decorar. Pero, lo más importante, no querían apresurarse al comprar sino conseguir objetos que realmente les gusten. El punto de partida fue el sofá verde de la sala: María Fernanda sabía que quería un sofá de terciopelo que sea comodísimo, y además le encanta el color. Buscó una referencia y lo mandó a hacer. A partir de ahí surgieron otros muebles, como las sillas de madera y la repisa para sus discos de vinilo, que hizo con un amigo suyo, carpintero; o los prototipos de stand que diseñó para un cliente, y que usa como mesas de noche.

Tiene alrededor muchos afiches y arte que compró en festivales de diseño a los que viaja cada año: la fotografía de un plátano que compró en TRImarchi en Argentina, un cuadro pequeño con un mapa en letterpress, que consiguió en un open studio de Nueva York. Siempre había sido un sueño de María Fernanda vivir fuera de Perú, empezar una vida nueva en una ciudad nueva, pero hace un tiempo entendió que no iba a ser posible. Entonces hizo la promesa con su esposo de viajar cada año a algún lugar estimulante y, de preferencia, que coincida con una feria de diseño. Si es que no se hubiera desatado la pandemia, hubieran estado hace unas semanas en Ciudad de México, por ejemplo.

Su estudio suele trabajar de la mano de la empresa de su esposo, una fábrica de diseño. Muchas veces él implementa los espacios o elementos que ella diseña. Esa dinámica es positiva para María Fernanda pues le ha permitido aprender sobre materiales y experimentar con formatos y materialidades para poder concretar que le plantean al cliente. Y es su esposo, Mauricio, quien determina lo que se puede hacer realidad y lo que no. En casa, si bien es ella quien lidera las decisiones del interiorismo, él participa de cada compra y de cada idea. Le dice: “Este material no, porque no te va a durar nada por el sol”, o consejos por el estilo. María Fernanda es el estilo y Mauricio es la puesta en práctica.

Las obras de arte y los afiches que tienen no solo les recuerdan a momentos o lugares que experimentaron, también a personas que conocen y estiman. El grabado que está sobre el comedor fue un regalo de su amiga, la artista Tania Brun; sobre la consola, tienen una obra de la francesa Malika Favre, a quien pudieron conocer luego en persona, cuando llegó a Arequipa de turismo. Suele sucederles que amigos en Lima los contactan con gente interesante y sorprendente que está de paso por Arequipa, como cuando el artista José Vera Matos (de quien también tienen una obra), les puso en contacto con Tito Fuentes, guitarrista y vocalista de Molotov, y acabaron saliendo de copas con la banda mexicana y mostrándoles la ciudad.

“Acá sí podemos tener plantas. El otro día Mauricio me dijo que según sus cálculos ¡ya he pasado las cuarenta y cinco macetas! Te aseguro que si me mudo podría llenar un camión solo con ellas. Es que siento que su presencia hace que el lugar se sienta vivo. O a lo mejor estoy traumada por haber estado en un sótano por dos años”, se ríe María Fernanda.

Hace poco reemplazaron las sillas del comedor: tenían un diseño tipo Eames en blanco, y las cambiaron por unas sillas que usaron en uno de los proyectos en los que participaron, la cafetería La Catalina en Arequipa. María Fernanda mueve las cosas constantemente. Admite ser un poco maniática con los detalles y ciertas decisiones en el depa responden a eso: como el print en el piso, apoyado sobre la pared, que no debe moverse pues esconde la placa del cableado de internet.

El tercer dormitorio estaba en proyecto antes de que empiece la cuarentena. Aquí querían montar un escritorio, pero no habían tenido tiempo de hacerlo; solo tenía un sofá cama y una repisa con libros. Probaron trabajar en todas partes: al inicio de la cuarentena tomaron el comedor, pero las comidas se interrumpían y el depa se veía muy desordenado. Entonces María Fernanda trajo una de las mesas de su estudio, como para que entren dos personas, sacó la repisa y más bien colgó unos cuadros. Ahora, pasan la mayor parte del tiempo en casa compartiendo el escritorio improvisado. Con las semanas, han descubierto nuevas dinámicas de trabajo en conjunto que piensan implementar en sus oficinas, apenas puedan regresar a ellas.

Por supuesto que extraña su estudio. Provincia funciona en una linda casita de los años cincuenta en Yanahuara, uno de los barrios más encantadores de Arequipa. Y de alguna manera, extraña lo especial que eran esas mañanas de fin de semana que podía pasar un buen rato tomándose un café y mirando a los volcanes desde su sofá, porque eran como un regalo después de una semana de trabajo lejos de casa.

Una de las cosas que querían del nuevo departamento, hace cuatro años, era luz: y vaya si la consiguieron. Luego del sofá verde, lo siguiente que instalaron fueron cortinas black out, porque la luz de la mañana es fortísima y el sol los despierta y los acompaña con intensidad por lo menos hasta las once de la mañana. Con esa vista excepcional, parece imposible tener las cortinas cerradas, aunque sea solo por un momento en el día. Quizás, reflexiona María Fernanda, a veces ha tomado este lugar por sentado. Pero entonces le pasa, como hoy, durante esta conversación, que siente el asombro de la gente ante el paisaje que irrumpe por sus ventanas. Y entonces vuelve a darse cuenta de lo afortunada que es aquí.

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