Fotos: Renzo Rebagliati
Ya se había graduado como arquitecto y trabajaba en un estudio, cuando empezó a hacer fotos. Renzo Rebagliati lo tomaba como un pasatiempo que le gustaba cada vez más, pero pronto otras personas empezaron a fijarse en sus fotografías. La rutina de oficina, en cambio, le aburría: se encontraba todo el día haciendo planos mecánicamente. Cuando finalmente decidió renunciar, aprovechó la fotografía para poder mantenerse como independiente.
En un inicio hacía todas las fotos que le encargaran: de ropa, de niños, de comida. Pero obviamente la fotografía arquitectónica era la que mejor le iba, porque entendía lo que tenía adelante. A Renzo le encanta la arquitectura y siempre le va a gustar, y de pronto, la fotografía se le presentó como esta otra manera de aproximarse a ella, de seguir disfrutándola. Eventualmente viajó a Nueva York para hacer unos cursos. Desde entonces, es uno de los fotógrafos más requeridos por arquitectos e interioristas en el país.
“Trato de captar la esencia del espacio o de la ciudad que contiene ese objeto arquitectónico. Cuando fotografío un edificio siempre busco las líneas, los patrones, para conseguir cierta abstracción, y tener también esas fotos en las que no necesariamente se entiende todo lo que ves, sino que dejas el resto a la imaginación. Cuando me contrata un arquitecto o un interiorista para tomar fotos a un departamento, claro que tengo que retratar todos los ambientes, pero lo que yo más disfruto son los detalles, de todas maneras. Me encanta buscar el detalle”.




Renzo siempre fue muy consciente de sus espacios. Incluso de chico, cuando vivía en la casa de su familia, su cuarto lo cambiaba siempre y trataba de hacer cosas diferentes, como cuando pintó un código de barras gigante en la pared. Cuando se fue por su cuenta también trató de decorar de una manera poco convencional y más “propia”, a pesar de que no iba a vivir solo sino con un roommate, y de que estaría en un depa alquilado y con ciertas limitaciones. En setiembre pasado se ha mudado solo por primera vez y decorar su nuevo depa ha sido un ejercicio de creatividad. Renzo es tímido para las fotos (pasa con muchos fotógrafos, que prefieren estar detrás de la cámara), pero visitar su depa es conocer más sobre su personalidad. Su departamento realmente tiene un nombre propio.
Lo conocía porque aquí vivían unos amigos suyos; cuando se mudaron, le traspasaron el alquiler. La zona le gustó porque puede hacerse todo caminando, tiene cafés, tiendas y restaurantes cerca. Lo primero que hizo fue pintar el área social y los pasillos del departamento de un gris oscuro, y su dormitorio de azul. Para Renzo es un mito que la pintura achica los ambientes; por el contrario, a él le parece que les da más profundidad y los hace acogedores. Piensa que poner una planta, un cuadro y dejar la pared blanca no es suficiente, y que muchas veces se opta por eso por miedo a que hacer algo más (algo diferente) al final no se vea bien. También está el hecho de que cuando se vive en un lugar alquilado se procura no pintar mucho ni hacer muchos huecos, ya que al final hay que devolverlo tal cual. Pero para Renzo eso no tiene sentido: así sea solo por un tiempo, ese espacio será tu hogar, y tienes que adaptarlo a ti, tiene que gustarte y serte cómodo todo el tiempo que lo vivas.




El depa tiene un solo dormitorio, que le va muy bien porque vive solo. Es largo y bien iluminado, con todo un frente compuesto por mamparas. Él es una persona nocturna: se queda trabajando hasta muy tarde y al día siguiente se levanta a las 10 u 11 de la mañana; así que aprovecha toda la luz de la tarde. Eliminó el comedor y en ese espacio instaló su oficina. La verdad es que no lo iba a usar: se sienta en la barra de la cocina para comer y le funciona perfecto. Había un vidrio pavonado como división entre el área social y el área privada: Renzo le puso un vinil transparente (para que no oscurezca mucho el pasadizo interior) con una foto de montañas y así, además de mantener la privacidad de su dormitorio, le añadió un elemento más de interés a su oficina.
Estaba de viaje por los países nórdicos cuando su contrato empezó a correr. Ya desde entonces pensaba qué quería hacer con su depa. Había dibujado un plano para colgar sus piezas de arte, sus prints y fotos. Aprovechó para comprar varias cosas: no fueron cosas caras, la mayoría son objetos pequeños, pero diferentes a los que puede encontrar en Lima. Por ejemplo, se fue a Ikea y salió hasta con cubiertos. En general, cada vez que ha podido viajar ha regresado con libros, pósters y magnetos para el refrigerador, siempre pensando en buscarles un lugar en su casa. En este depa, la entrada es un pequeño pasadizo cubierto por fotos, postales y entradas de museos: la idea de Renzo es que sea una especie de galería de sus experiencias e intereses. Los objetos ni siquiera tienen que ser de diseño, pueden ser juguetes, o cosas simples y utilitarias. Cuando se sienta en su sala mira una de las botellas de Coca-Cola que trajo de Japón, y ver las grafías japonesas le hacen acordar tan especial viaje. Quiere que su departamento lo refleje.





Lo ha llenado de plantas. Sus amigos le dicen que parece un vivero, y eso que aún quiere seguir llevando más. Es curioso porque Renzo es un tipo de ciudad, no le gusta hacer viajes a la naturaleza, no se iría de trekking. Por el contrario, mientras más cosmopolita y dinámica sea una urbe, más le estimula recorrerla. Sin embargo, en su casa sí agradece el verde y la calma.
Tiene muchas de sus fotos impresas y colgadas en el depa. Y es que le resulta útil para mostrar cómo se pueden enmarcar o colgar sus fotos de manera creativa. Está una serie de casetas de salvavidas que ha enmarcado en unas cajitas pequeñas, que van en fila excepto por una, que la rompe; encontró un retrato antiguo que intervino para pixelearle la cara y que puso en un marco antiguo, como para jugar con la ironía. Sobre su escritorio, entre un póster de temática japonesa y otro con la portada del “New Yorker”, está una foto suya, una de sus favoritas: la tomó en Benarés, la ciudad santa de la India a los pies del río Ganges, el lugar donde muchas personas van a morir. La fotografía capta el momento en que una turista está empezando esa peregrinación, escaleras abajo, hacia el río. La imagen es críptica, difícil de entender, pero Renzo conoce bien la historia detrás y recuerda la energía misteriosa de ese momento, cada vez que la mira.





En su colección de objetos curiosos también está una quijada de burro, cerámica de Vietnam, un tambor que compró en Tanzania y un sombrero tailandés. Tiene una menorá de Israel y varias calaveras típicas mexicanas. También un neón divertido que le compró a un amigo, que ya no lo quería. Usa un locker de metal a manera de bar. Durante todo este tiempo tomando fotos de espacios pensados por arquitectos y diseñados por decoradores, fue guardando ideas, recopilándolas en su mente.
Retratar cabalmente una habitación no requiere solamente ser un buen fotógrafo. Algo de dirección de arte ha debido aprender. Antes de hacer click se da cuenta si los lomos de los libros están mirándolo, si las macetas o los floreros están dando su mejor cara. Si los muebles están dispuestos de tal manera que el ambiente aproveche bien la luz. En ese sentido, Renzo considera que su departamento es “un eterno entrenar el ojo”. Todo el día cambia las cosas de lugar. A diferencia de otros coleccionistas de objetos y de memorabilia, todo está muy ordenado. Eso no significa que la decoración sea inflexible, sobre todo porque va a seguir trayendo a casa cosas que encuentre y le gusten y le recuerden buenas experiencias.




“Mi trabajo en el día a día es estar afuera, haciendo fotos, y luego pasarme la tarde editando el material. Antes alquilaba una oficina a medias con un amigo, pero luego pensé que me pasaba el día en la calle, y luego metido en otro lado, y no estaba nunca en mi casa. Así que monté mi oficina aquí porque quería estar en un lugar que me guste, me inspire y en el que me sienta cómodo. Quería un sitio al que me gusta llegar. Yo creo que la forma en que vivo mi depa sí influye en mi trabajo porque cuando voy a otros espacios los veo con otros ojos, trato de encontrar en los detalles la personalidad de las personas. Y creo que un lugar te estimula de muchas maneras. A mí, por ejemplo, no me gusta prender las luces del techo sino solo las lámparas; tengo un playlist que pongo cuando viene gente, porque hay un mood que le quiero dar al depa. Me gusta prender palo santo, y que eso se mezcle con el olor de las plantas… Un espacio no es solo para que lo veas, es también para que lo huelas, lo escuches y lo sientas”.