Fotos: Adriana Seminario
Cuando Adriana Seminario tenía 18 o 19 años, su sueño era vivir en Nueva York. Ya modelaba por esa época, desde que participó en el concurso Super Model Of Peru de la agencia Ford. Pero nunca vio el modelaje como su futuro. En el backstage de las pasarelas o sesiones de fotos, Adriana llevaba su laptop y escribía sobre la ropa, tomaba fotos. Le interesaban muchas cosas y aún no definía por dónde ir. Estaba estudiando Arquitectura: le encanta el diseño y el poder de los espacios, pero no se sentía a gusto en la carrera. Después de dos años, se cambió a Periodismo, entusiasmada por la posibilidad de construir mundos de otra manera.
Su blog nació de forma natural, aprovechando el conocimiento interno que tenía de la moda en el país. The Androgyny fue uno de los primeros fashion blogs y de los que más destacaron. Compartía imágenes de streetstyle, pero sobre todo fotos de looks propios, hacía comentarios sobre tendencias, empezó a hacer entrevistas. Era un poco arriesgarse, mucho divertirse, pero también había que tomárselo en serio y crecer. Han pasado 10 años y The Androgyny se ha transformado en una página de lifestyle que la ha acompañado durante toda la carrera, la maestría y su nueva vida en París.


“Ahora veo algunos de mis looks y digo ‘¡que horror, me veo ridícula!’, pero eso significa que he hecho un recorrido desde donde comencé”, dice Adriana riendo. Su estilo hoy está más depurado, minimalista. Apuesta por los esenciales. Y eso se lo ha enseñado París. Llegó en setiembre de 2017 para hacer un máster en Luxury Brand Management en el Instituto Marangoni. Su idea no era quedarse. Pero para diciembre de 2018, tenía motivos profesionales y personales para pensar en una vida nueva.
Antes de dejar Lima, había publicado su libro “Modelos peruanas (que se ven peruanas)”, con la editorial Aguilar. El prólogo estuvo a cargo de la periodista Patricia del Río y se presentó en la Feria Internacional del Libro de Lima. Fueron meses muy emocionantes para la joven periodista y ahora autora. Pero ya había tomado la decisión de irse. “¿Estás loca? ¿Justo ahorita?”, le decían algunas personas, preocupadas de que perdiera el momentum de su libro. Pero Adriana recordaba intensamente esos sueños casi adolescentes de vivir afuera, de experimentar una gran ciudad. Por otro lado, si bien está segura de que la industria de la moda peruana tiene potencial, ella sentía que no podía sentarse a esperar que el despegue llegue: tenía que irse a buscar algo más.


La primera vez que viajó a París fue por trabajo, se quedó 10 días. Se enamoró de la ciudad… aunque no es difícil enamorarse de la Ciudad Luz. Su descubrimiento llegó después, cuando ya la habitaba. Cuando la atravesaba en transporte público todos los días. Fue bastante revelador. “Los parisinos tienen fama de snobs y de arrogantes, y yo misma tuve esa impresión”, confiesa. “La gente es demasiada sofisticada y a veces eso se siente arrogante. Pero ya van a ser 3 años desde que me mudé aquí y ahora los entiendo mejor cuando me encuentro con turistas que no te dejan pasar y bloquean la entrada al metro, o te agarran el brazo y te dicen ‘hi!’”, se ríe. En el fondo, entiende el entusiasmo y la fascinación que despiertan esta ciudad.
Se ha mudado varias veces desde que llegó. Mientras hizo la maestría vivió en el distrito 17, una zona residencial, en el piso del maquillador y artista peruano Sergio Corvacho. Él la acogió esa primera temporada. Sergio viaja mucho y buena parte del tiempo Adriana tuvo el depa para ella sola, pero cuando estuvo le mostró la ciudad y su idiosincrasia, le presentó a gente y la llevó a muchos lugares. Adriana le está muy agradecida. Cuando terminó de estudiar ya estaba con Julien, su novio: se mudaron juntos cerca a Place des Vosges, una plaza bellísima casi en el centro de París; luego se cambiaron al primer distrito, frente al Museo Louvre. Hoy viven en un departamento cerca de la municipalidad, no demasiado lejos del río Sena, en un edificio del siglo XVIII que es patrimonio de la ciudad, y cuya fachada no se puede alterar en lo más mínimo.


Mudarse junto fue una decisión que iba a determinar su futuro y, evidentemente, Adriana tuvo muchas dudas y preguntas. Su novio es una persona muy privada que no forma parte de su mundo profesional. El confinamiento los ha puesto juntos 24/7 y esta extraña prueba ha salido “extremadamente bien”. Para Adriana es una señal de que tomó la decisión correcta.
Las ventanas altas dejan entrar mucha luz y revelan el pintoresco paisaje de edificios neoclásicos que los rodea. Las cortinas le dan textura a la atmósfera sutil y sobria. Es un dúplex con tragaluces, así que no se siente muy chico y como no tienen tanto mobiliario ni objetos de decoración, hay mucho espacio para moverse. Adriana y Julien han elegido los muebles juntos, hace un par de semanas colgaron unos cuadros que faltaban. Para ella, este departamento es el reflejo de una madurez en su estilo. Hoy le interesa el “menos es más”: quiere cosas con calidad, que sean duraderas.
De Lima tiene consigo sus libros y cuando se siente nostálgica los relee. La mayor parte de su ropa la vendió antes de irse de Perú: fueron cuatro maletas en un blogger sale después del cual se quedó asombrada por la cantidad prendas, accesorios y zapatillas que había acumulado, cosas que no iba a poder usar jamás. Hoy, que vive en una de las grandes capitales de la moda en el mundo, ha entendido que la ropa es efímera. Simplemente no quiere volver a sentirse perdida en los objetos que tiene. Los departamentos en París son chicos porque el metro cuadrado es muy caro, así que se ha tenido que reducir bastante y es consciente de cómo tiene que organizar su espacio.



Trabajó en el showroom de Christian Dior y poco a poco fue conociendo a más gente de la industria del lujo. Actualmente trabaja en el área de retail de Hermès, en la tienda de la calle Faubourg Saint-Honoré, la más grande de la ciudad. Ya no revisa tanto las tendencias como lo que ocurre en la calle: en París es muy raro ver chicas que se pinten el pelo o que lleven las uñas superlargas, la gente es discreta, precisa Adriana. Ella se pintó el pelo durante 7 años, y desde que llegó se lo ha dejado natural. “Me gusta cómo me veo, no estoy tan obsesionada con el nivel de detalle. Aquí se ve banal si pasas tanto tiempo mirándote en el espejo porque significa que no has usado ese tiempo en leer, por ejemplo”. Por supuesto, de vez en cuando le provoca producirse más y salir en tacos por ahí.
Tiene un globo terráqueo en el estante de la sala, fue un regalo que le hizo a Julien porque les gusta viajar. El año pasado estuvieron en Singapur y en Bali. También la ha acompañado a Perú, fue su primera vez en Latinoamérica. Los primeros dos años, Adriana quería estar solamente en París. Se movió al sur de Francia y a la Costa Azul, pero no salió mucho. “Los franceses son de salir a la naturaleza, de no querer sentir el ruido… pero yo soy una chica de ciudad”, sonríe. Le encanta sentir la energía de las calles, aunque a muchos les parezca agobiante.




Durante la cuarentena volvió a dibujar, algo que le encantaba hacer y que dejó hace años. Lo que más le costó del periodo de aislamiento fue concentrarse: tenía esta sensación de querer hacer mil cosas justo antes de cerrar los ojos. Empezó a meditar. Desde que empezó su blog hace 10 años nunca había tenido una pausa; sin importar si estudiaba o trabajaba, nunca había parado realmente, nunca había tenido vacaciones absolutas. La cuarentena se las dio, y ha descubierto los beneficios de dejar descansar su mente. La cuarentena en París se acabó oficialmente el 11 de mayo. Obviamente aún procuran no salir mucho. Pero ya comienza el verano y hace un sol delicioso. Para su primer paseo caminó en la dirección contraria al Sena, pues supuso que estaría llena de gente. Mas bien se fue por esas plazas y rincones simpáticos y ocultos, que ha ido descubriendo en este nuevo momento de su vida.