Fotos: Hilda Melissa Holguín
“La gente se asusta de estar perdida en la vida, pero el 99% de las personas lo estamos”. Alessandra Mazzini lo dice con tranquilidad. Hay una cosa que ella siempre ha hecho –“por más que suene hippie”- y es dejar que todo fluya. Nada de lo que ha conseguido estaba planeado: ni Camote Soup, su marca de ropa, ni Fashion in da Hat, el fashion blog por el que se hizo conocida. “El blog lo hacía porque me entretenía: tomaba fotos de gente, hablaba sobre estilo… no era un negocio cuando lo empecé ni durante mucho tiempo, y ahora es lo que es. Y por más que estudié Diseño de Modas no planeé tener una marca, simplemente pasó como consecuencia de lo otro”, dice Ale. También el departamento en el que vive lo encontró de casualidad.

Fue hace 3 años, cuando ella y su novio Jaime decidieron mudarse juntos. A él se le vencía el contrato del depa que alquilaba y ella ya quería salir de la casa de sus papás: “Yo necesitaba un espacio para grabar videos, y además mis cosas ya no entraban en un solo cuarto. Los dos necesitábamos espacio y compartir la renta, y dijimos ‘¡ya!’”. Habían llamado y escrito varias veces al número que aparecía en el aviso de ese edificio sanisidrino, pero nada. Cuando ya estaban por terminar la última ronda de visitas, los dueños, una pareja mayor, devolvieron la llamada. No buscaban un estilo en particular, solo que el departamento tenga buena luz y que no sea tan caro; llegaron a un edificio de los años sesenta, de proporciones generosas, y a un depa amplio, luminoso y todo pintado de blanco. Además, superbién de precio. Era perfecto. “Tiene estilo, personalidad desde que entras, y tiene un ascensor antiguo de esos que te dan miedo”, bromea Ale.
Le apena no haber pasado por la época de compartir un espacio con amigos, de tener roommates. Si convivir es siempre complicado, vivir con tu pareja sin ninguna otra experiencia de convivencia de por medio puede traer varias dificultades en la relación. Por eso Ale y Jaime definieron que necesitaban mínimo tres cuartos: uno para que sea el dormitorio, y los otros dos para que cada uno tenga su espacio propio, aparte. “Jaime le llama su Cuarto del Pánico”, se ríe Ale. “No queríamos agobiarnos; no queríamos que su desorden me invada o que todas mis cosas estén encima de todo. Por eso pusimos reglas. Cada uno puede hacer lo que quiera con su cuarto personal, y el otro no le puede decir nada. Pero nuestro dormitorio, la sala y el comedor tienen que estar siempre ordenados”.


Una de las cosas que más le emocionaba de mudarse era poder decorar. El showroom de Camote Soup funciona en la casa de sus papás y sí ha podido pimpearlo un poco; pero su cuarto era tan chiquito y ella tiene tanta ropa y tantas cosas que no podía hacer mucho con el espacio así que “era supermonse”, admite. A Ale siempre se le relaciona con la moda, pero el diseño en un sentido más amplio es algo que siempre le ha interesado. Y ella encuentra que su manera de vestir y la forma en la que ha decorado el departamento tienen mucho que ver. “En general hay una onda relajada, tiene cosas bohemias [como la hamaca en medio de la sala, las guitarras como parte de la decoración, el crochet y los cojines sobre la alfombra], pero también tiene cosas antiguas y todo eso está mezclado con algo pop y retro, como mis pósters”, explica Ale. “Al vestirme yo siempre opto por ropa cómoda, y tienen que haber elementos modernos con otros más retro para que el look sea interesante. Me encanta mezclar”.


Hace casi diez años Alessandra fue una de las primeras fashion bloggers que se hicieron conocidas: hoy, Fashion in da hat es una plataforma de contenidos y ella es una influencer que ya no habla solo de moda. Mientras tanto, Camote Soup continúa sacando colecciones cada temporada. Además, Ale es socia en Doble Nudo, una productora que se especializa en dirección de arte, styling y producción de moda para distintas marcas. Tiene claro qué quiere que pase con la marca y con la productora, cuál puede o debe ser su futuro. Pero no tiene idea de qué hacer con la etiqueta de influencer.
Es ella quien tiene que estar detrás de sus redes: es ella quien tiene que generar contenido, grabarse, hablarle a la cámara, tomarse selfies o posar para fotos. “Es complicadísimo: tienes que postear mínimo una o dos veces al día porque si no, pierdes el engagement, y es un estrés”, confiesa Ale. Más que un trabajo, ser influencer se ha vuelto una especie de estilo de vida. “Tienes que comunicar lo que vives y es bien raro. En serio. ¡Voy a terapia al respecto!”, se ríe. “Claro que te llega a saturar; igual yo en mis redes trato de mostrarme como soy en realidad, no he creado un personaje… aunque en redes soy un poco más buena gente. En la vida real soy bien estricta, sobre todo en mi chamba, y a veces la gente se asusta cuando descubre ese lado”.

“¿Cuál es mi enfoque como influencer? Creo que la idea no es cargar al mundo con más negatividad: a la gente le gusta que compartas lo gracioso y lo chévere que te pasó; que compartas algo útil y que enseñes cosas nuevas. Pienso que la gente no está en redes para cargarse con más problemas de los que ya tiene. Una de las cosas que me jode bastante de YouTube es que hay muchos videos que te hacen perder el tiempo: no hay mensaje positivo, no da risa, no enseña nada… Yo eso lo tengo como lema: no hacer perder el tiempo al que me sigue”.

Hace 3 años se mudaron aquí con la refrigeradora y un colchón. Les ha tomado todo este tiempo tener el depa como está ahora: así, lleno de prints, adornos y plantas. El próximo año lo dejarán porque se han comprado un depa, ya propio. Pero ni siquiera saben cuánto tiempo se van a quedar después de la mudanza: Jaime, que español y productor de películas 3D, quiere regresar a Madrid porque la industria es mucho más grande. Probablemente se vayan del Perú a fines del 2020. Ale se llevará su ropa, su ukelele, pero no mucho más (aunque le daría mucha pena dejar su colección de vinilos). No tiene idea qué hará ella en Madrid, cómo manejará a la distancia su marca o cómo seguirá trabajando en la productora. Pero se lo toma con calma y piensa que dejará que las cosas ocurran: “Todo ha surgido así en mi vida