Universo en expansión

Fotos: Janice Bryson

Qué angustia es sentir que necesitas algo más de lo que tienes, pero no poder ponerlo en imágenes concretas. Eso le ocurría a Rafo Iparraguirre mientras crecía en su natal Piura: siempre supo que le faltaba algo, pero no sabía exactamente qué. Simplemente nació con una inquietud que crecía con él. Cuando terminó el colegio quiso estudiar Fotografía. Sus papás se opusieron: le propusieron que ingrese a la universidad y estudie Ciencias de la Comunicación, les parecía que eso le daría más herramientas de trabajo. Pero Rafo no aceptó: no quería llevar solo dos o tres cursos de foto. Entonces pensó que, si no iba a poder estudiar lo que en verdad quería, elegiría algo por pura practicidad, algo como Administración de empresas que le iba a permitir trabajar en los negocios familiares. Y ya no pondría el corazón. Había llevado un par de ciclos de Administración cuando, a los 18 años, se fue de intercambio a Bélgica.

“Cuando llegué dije ‘¡Esto es!, ¡esto es lo que me faltaba’!”, recuerda ahora. Entendió que el mundo era más grande, en todo sentido. Ese año que se quedó en Bélgica valió como cinco. Cuando regresó al Perú ya pensaba diferente e incluso se veía diferente. Eso le resultaba atractivo a algunos que le seguían el rollo; pero también encontró resistencia. “Ya sabes: gente que me decía raro o maricón porque me vestía o actuaba distinto”, cuenta Rafo. Seis meses después de su regreso, tenía claro que debía irse de Piura.

Hizo su traslado a una universidad en Lima; en paralelo se metió al Centro de la Fotografía para llevar cursos de iluminación, revelado, fotografía en blanco y negro, talleres de moda, y todo lo que le interesaba. “Terminé Administración, pero yo ni siquiera quería ir a recoger mi diploma… Mi mamá en cambio estaba superorgullosa”, se ríe Rafo. “Tuve que ir a la graduación, tomarme la foto familiar, todo.” Antes de terminar la universidad ya trabajaba haciendo fotos en eventos.  

Años después volvió a sentir esa inquietud. Ok, ya era fotógrafo, lo que siempre había querido. Pero seguía faltándole algo. Tenía que encontrar un lenguaje personal, diferenciarse del resto. Encontró un máster en Concepto y Creación Fotográfica en el Centro Internacional de Fotografía y Cine, EFTI, en Madrid. Ahí, además, fue asistente de varios fotógrafos de modas; la consigna era aprender. Las calles de Madrid y los viajes por Europa hicieron el resto. Cuando regresó al Perú tras dos años en España, ya sabía cómo quería vivir. Sabía quién era.

“Cuando regresé de Madrid no tenía nada, pero quería vivir en un espacio amplio porque no me gusta vivir encajonado. También quería que tuviera luz para usarlo como un miniestudio”, explica Rafo sobre el dúplex que su familia compró en el 2009, y en el que él vive desde entonces. Aquí el sol muere en la ventana de la sala, y en verano se genera una luz naranja impresionante. Incluso demasiado potente, por eso Rafo ha puesto una foto en el panel superior de la ventana, para controlar un poco la luz y la temperatura.

Ha vivido con un roommate y luego con un novio durante unos meses, hasta que decidieron mantener cada uno su propio espacio. A pesar de que cuando sus papás vienen de Piura se quedan ahí, el depa fue decorado por Rafo, tiene todas sus cosas, es su estilo totalmente. “No soy diseñador, pero considero que tengo algo de buen gusto a la hora de elegir muebles y cosas curiosas de diseño. Me gusta mucho ir a anticuarios cuando viajo, y si no son cosas muy caras o grandes las compro”, cuenta. Tiene el reloj de un submarino ruso que encontró en Cuba (y que funcionaba hasta hace poco); tiene varios muebles y objetos que eran del Hotel Crillón. El espejo de su comedor era la puerta del probador de una tienda que funcionaba en el Centro de Lima. Hay que tener ojo para entender qué puede funcionar y qué no. Ahora lo piensa dos veces antes de traer algo nuevo, porque cada vez tiene menos espacio.

“El eclecticismo me llama la atención, más que un estilo específico. ¿Qué busco? Algo que te jala el ojo, una combinación curiosa que no te haga ruido, sino que genere armonía. Me gusta ver en un mismo espacio una alfombra persa antigua y un cuadro de arte contemporáneo. Por ahí iba Peruvian Biuti [su primera muestra individual del 2017]: la gente que retraté puede pasar desapercibida en la calle si no tienes el ojo acostumbrado, pero si te pones a observar son personas que, sin pensarlo mucho y sin mayores referencias, han encontrado en diferentes elementos y colores una combinación atractiva, que surge de manera natural”.

Además de ser uno de lo principales fotógrafos del medio, Rafo es cofundador de Microteatro en Lima. Cuando abrieron en la casa de Batallón Ayacucho, en Barranco, se llevó varias de las cosas de su depa para decorarla. Quería que tuviera un toque personal. En el fondo, todos sus proyectos son una extensión de su mirada y ese lenguaje visual que tanto quería crear se refleja también en la forma como se viste, en la decoración de sus espacios y en el estilo de vida que quiere.

Se encuentra en una etapa diferente, completamente nueva en su vida. Es feliz. Tiene una relación poliamorosa con dos chicos cuyos nombres se reserva solo para mantener cierta privacidad. Sin embargo, comparte algunos de los momentos íntimos y cotidianos de su peculiar relación en la cuenta de Instagram Homocromo. Se escucha cada vez más sobre el poliamor, pero el concepto genera dudas e imprecisiones. Se le confunde con tener una pareja abierta o con la posibilidad de ser infiel sin remordimientos. La explicación más simple es que consiste en amar a varias personas a la vez. “Mi idea con esta cuenta es desestigmatizar el tema del poliamor, porque hasta yo antes de estar en una situación como esta lo juzgaba, pensaba que era de pervertidos, una bacanal, no sé. Yo siempre he estado solo con una persona y le he huido a los tríos y a esas cosas. De pronto me pasó esto y me dije, ‘¿sabes qué? Hay que probar’», cuenta Rafo. «Resultó que los chicos eran de puta madre y nos acostumbramos a tener esta amistad-relación muy espontánea. Decir que somos novios empezó como chiste pero se ha convertido en una realidad”.

Los tres se han presentado a sus amigos, viajan juntos, salen, hacen todo juntos. Uno de ellos es un gran cocinero, el otro un sommelier estupendo, Rafo los mira y disfruta. Aunque el fotógrafo conserva sus cosas en su depa y almuerza y trabaja ahí, duerme todas las noches en casa de ellos, porque allá tienen una cama inmensa donde caben los tres.

“Hay situaciones o imágenes que te gustaría que se queden así, tal cual, que permanezcan… Eso es lo que un fotógrafo hace: detener los momentos. Homocromo es nuestro álbum de fotos”, dice sobre la cuenta de hermosas fotografías en blanco y negro que siguen la vida de esos tres chicos guapísimos que se aman. Para Rafo este es un proyecto artístico y es una manera de conversar sobre las distintas formas de quererse: mucha gente le escribe por interno con preguntas, otros le agradecen por abrirles la mente. Mantiene la cuenta privada y cuida mucho a quién acepta. Después de todo, también es una forma de preservar la memoria de un tiempo lindo para él. Y celebrar que, una vez más, su mundo ha crecido.

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