Palabras: Fiorella Iberico / Fotos: Camila Novoa
Lele Andersen es una nómade. Viaja buscando inspiración, recolectando experiencias. Española de nacimiento, nació en las Islas Canarias; vivió muchos años en Nueva York, donde estudió Diseño de Moda en Parsons Schools of Design. De regreso en España, al cabo de un tiempo su hermana le propuso viajar a Perú para hacer un turismo prolongado. Eso fue en el 2012.
Por un mes y medio recorrieron Arequipa, Puno, Cusco. Cuando llegaron a este último punto, Lele conoció los telares cusqueños y se enamoró de ellos. Vio una oportunidad de negocio y la tomó. Fue así que nacieron su marca Siblings Army y el showroom Uno The Store, bajo el paraguas de lo hecho a mano y de una producción ética y sustentable, algo que la inspiró del quehacer artesanal peruano, pero con ese toque escandinavo que caracteriza el estilo de la diseñadora. Al principio, manejaba el proyecto a distancia, en sociedad con su hermana. Al cabo de un meses, decidió mudarse a Perú para consolidar su negocio. Fueron 8 años de trabajo intenso hasta que llegó la pandemia.






Encontró este dúplex en el corazón de Miraflores: su tienda inicialmente estaba a unas pocas cuadras del lugar. Le identificó varias oportunidades al sitio: bien ubicado, con potencial para alquilar (en caso decidiera cambiarse de país), una terraza amplia. Antes de mudarse, reformó la cocina y los baños, ya que eran muy básicos para su gusto. Quería darle al lugar su toque, ese alegre y chispeante que la caracteriza. También puso el techo, que se asemeja al vidrio, sobre lo que hoy es una zona de tele y montó los primeros elementos de cómo luce la azotea hoy.
Le fascina su casa por ser muy vivible. Ella y su novio le sacan el máximo potencial a cada zona. Por las mañanas, cuando arriba se siente mucho calor, usan bastante la sala y el comedor. Por las noches, cuando el clima está fresco, se echan a ver la tele en el segundo piso. La terraza la usan en todo momento: ya sea para tomar el sol, para compartir parrillas con amigos o simplemente para hacer home office. Lele se define como una mujer “de terraza”. Para ella, es el escenario perfecto para ser la anfitriona que disfruta ser. Aparte, se siente atraída por espacios así, porque le dan respiro en una ciudad tan urbanizada como Lima, muy diferente al lugar donde nació, lleno de paisajes naturales y mucho verde.






Bastante del buen gusto de la diseñadora para decorar le viene de su mamá, quien es de nacionalidad sueca. Desde pequeña, Lele siempre vio su casa llena de flores y velas gracias a ella, y eso lo ha extrapolado a su hogar miraflorino. Asimismo, parte de su niñez se la pasó en medio de remodelaciones, porque su madre constantemente estaba introduciendo cambios en la casa. Eso mismo hace Lele cada vez que puede.
Para alguien que viaja tanto como ella y es coleccionista por esencia, es impensable no tener un recuerdo de cada lugar que visita. Lele es de las que se sube a un avión con una lámpara en los brazos a la que no pudo resistirse en algún mercado de artesanías. Le gustaría ser una viajera ligera, pero es incompatible con su personalidad, que se encariña con los lugares y las cosas.
“Me encanta ver mi casa y tener esos elementos que representan un recuerdo, una vivencia”, confiesa. Cada detalle es un registro vivo de esa exploración que la mueve por el mundo y con ese espíritu acoge cada una de esas piezas a las que siempre quiere volver después de sus aventuras. Aunque viajar siempre sea su máxima, añora regresar a su universo, porque lo ha construido a su forma y estilo.








Es complicado que Lele pueda hacer una selección de sus objetos más preciados, ya que todos lo son. No obstante, hay algunos que destacan, como el espejo que está en el comedor, ya que fue la primera pieza que compró cuando llegó al Perú. Están los toritos de Pucará del patio, el arte – como el cuadro de Nuria Zapata en la sala, las piezas de su gran amiga, Gabriela Maskrey, y las fotografías de su novio, Carlos Baca–, y las cerámicas hechas por Altamar, Chiqui García, Coralí Lecca y por Lele misma, además de los sombreros, las plantas y los textiles en todas sus formas que tiene repartidos por la casa.
Empezó a tomar clases de cerámica para principiantes antes de la pandemia y todo el año pasado ha ido experimentado con más técnicas. Le gusta hacer cosas con las manos. De chica cosía, tejía, hacía bisutería y en Nueva York retomó ese hacer con las manos. En el Perú, por sacar adelante sus negocios, tuvo que posponer esa afición, pero desde que ha vuelto a ella ha cobrado nueva fuerza.





Y como su esencia inquieta es algo que no se puede contener, nuevos espacios se están formando. Lele tiene en mente mudarse a un lugar más grande para poder implementar un taller de cerámica y de pintura: un nuevo proyecto que comparte con su chico. Esta vez una casa será la elegida. Además, ya que también ha mudado su tienda, ahora busca un barrio más tranquilo: a ver de qué manera el entorno inspirará ese estilo cálido que, por sobre todo, es el sello de cómo quiere vivir.