Palabras: Romina Herrán / Fotos: Hilda Melissa Holguín
Cuando Sandro Méndez llegó al edificio de la calle Alfonso Ugarte, en Barranco, como inquilino en un depa del segundo piso, él ya se había propuesto comprar un apartamento, pero aún no sabía cuál ni dónde. Seis meses después, no tuvo que alejarse mucho: encontró en el primer nivel de ese mismo edificio el lugar ideal para transformar en su hogar.


Fueron muchas razones que el director de casting tomó en cuenta. Primero, le encantaba el diseño del edificio, con su fachada de madera, piedra y fierro reciclado, y la calma que se sentía dentro de la comunidad. Por otro lado, los amigos que vivían en el barrio y la vida cultural, gastronómica y comercial de Barranco ya lo habían cautivado durante los meses que estuvo alquilando.
Cuando entró al dúplex, el techo alto del área social, la quietud del patio interior y un pequeño muro verde lo enamoraron por completo. Sandro se supo en casa.


Lo primero que hizo fue encargarle un mural a su amigo, el artista urbano Seimiek, para la pared de su patio. Es un remate visual que da vida al depa y que lo mantiene constantemente entusiasmado. Seimiek incorporó referencias, como la montaña de “La historia sin fin”, una de las películas favoritas de Sandro. El artista también intervino la puerta principal del depa en homenaje a Uma, la perrita peruana que acompañó a Sandro durante siete años, justo donde está el hueco que ella hizo alguna vez y que él nunca quiso arreglar por cariño.






El loft tiene un diseño de planta abierta, que incorpora la entrada, la cocina, la sala y el patio. En esa zona social se lucen los posters de sus cintas preferidas, como “The Goonies” y “A Nightmare on Elm Street”, que trajo desde España y Francia; y un librero de madera, que mandó a hacer con un carpintero y está lleno de novelas gráficas, libros peculiares y juguetes, que son su gran colección. Los tiene en varios lugares, como en la cocina donde, por cierto, también tiene una serie de tazas curiosas.


Algunos muebles le vinieron al comprar el departamento, como el sillón gris donde juega con Garbanzo y Lola, los perritos peruanos que recientemente llegaron a su casa; las mesas de centro que tiene en la sala; y la cama y las mesas de noche del dormitorio. Por ahora, está feliz con lo que tiene, pero le quedan algunos puntos especiales por llenar, como la gran pared de la sala que sube hasta su cuarto, para la que está esperando encontrar la obra de arte correcta.
Las escaleras, adornadas con más posters, llevan al dormitorio del dúplex, donde Sandro pasa buena parte de su día. Allí es donde se relaja y ve películas y series, y donde trabaja en su escritorio de madera con vista al patio. Lo inspira el muro verde que se va formando ahí afuera, con la madreselva que ya ha plantado gracias a la asesoría de su amigo, el paisajista Valerio Ávila. Ha decidido poner una hamaca en el patio, para aprovecharlo aún más.



Hoy, que trabaja por proyectos y tiene un ritmo laboral más calmado, Sandro disfruta del barrio: va por un ceviche a El Muelle, camina por la Bajada de Baños y visita El Gato Tulipán; se toma una cerveza en Juanito y un helado en Blu. O también se queda en casa cocinando, acompañado de con sus perros y recibiendo a amigos. Puede decir que ha aprendido a disfrutar la vida en casa y a encontrar en este refugio su mejor inspiración.
Una historia interior de Armando Paredes.
