Cuestión de perspectiva

Palabras: Rebeca Vaisman / Fotos: Hilda Melissa Holguín

La ventana del departamento da a la casona del Pericultorio Pérez Araníbar, un lugar emblemático en Lima. Atrás están la línea de la costa y el mar, que en un día despejado se ven con total claridad. Parece un cuadro. Es durante el verano que mejor se goza la vista: entonces, Alejandra Nieto puede ver las puestas de sol desde su cama, cada día. Pero ella llegó a este depa en un invierno brumoso y aun así le gustó. Fue en el 2021, cuando buscaba el que sería el primer espacio solo para ella, el primer hogar que no compartiría con otros.

La ventana recorre el depa a lo ancho, uniendo la sala con el dormitorio. Eso es sencillo, porque todo el lugar mide 45 m². Es el espacio justo. “Quería estar en un lugar que aunque sea chiquito y tenga pocas cosas, todas me encanten. Un lugar en donde me sienta muy en casa porque no hay nada que sobre”, dice Ale.

“Habían algunas cosas que necesitaba. Que el depa esté cerca a mis papás, eso era lo principal. Luego, quería amoblarlo todo yo misma. La mudanza surgió porque tenía ganas de un cambio, pero bien a la medida. Y fue una experiencia nueva para mí iniciar un espacio desde cero. Me entusiasmaba estar en un lugar vacío y empezar a pensar qué quiero. Armar el depa ha sido un proceso lento”.

Lo primero que hizo fue encontrar la cama para su dormitorio y asegurarse de tener las herramientas que necesitaba para la cocina. Luego, pensó en los muebles, que fueron llegando en un orden que la propia Ale define como extraño, pero que tiene que ver con el tiempo y espacio que se dio para entender cómo quería vivir. Ese ejercicio era necesario antes de incorporar cualquier mueble, a pesar de que implicó pasar varias semanas comiendo y trabajando sentada en el suelo.

En un primer periodo, trató de darse cuenta cómo se movía por del depa y qué cosas le gusta tener cerca. Por ejemplo, se dio cuenta de que el piso estaba lleno de rumas de libros, así que mandó a hacer la consola-librero inspirada en el estilo Mid-Century Modern, que colocó justo debajo de la ventana. Luego llegaron las repisas, ya no solo pensando en libros y plantas, sino en soluciones creativas para retos del espacio. El depa no tiene una puerta que separe el dormitorio y desde la sala se veía mucho la cama. Por eso, Ale montó las repisas flotantes muy gruesas que alargan la pared divisoria sin quitarle espacio de tránsito. Ya no tiene libros desperdigados.

La cocina le vino con refri, hornillas y campana. También con una barra y, arriba de esta, una lámpara instaladas, ambas rojas. Nunca ha sido fan del rojo, pero le gustó cómo se veían aquí. Por coincidencia, una amiga le regaló una olla arrocera de ese color. Así que, cuando Ale mandó a hacer unas bancas para la barra, eligió una madera rojiza, para que tuvieran cierta conexión. También buscó accesorios, como la tabla de picar y un bowl de frutas, en madera de ese tono. Se ha fijado en ese tipo de detalles.

Es comunicadora especializada en digital. Casi todo lo trabaja desde su casa. Al ser un espacio tan pequeño, debía lograr dividir mentalmente los momentos y las dinámicas. Por lo general, trabaja en su escritorio: a veces lo hace también en la barra de la cocina o sentada en el sofá de la sala, pero es su escritorio donde se concentra más. Le gusta el control que tiene sobre su tiempo: preparar su manzanilla con calma y sentarse a trabajar sin haber atravesado el tráfico limeño. La desventaja es que a veces le puede resultar un poco difícil concentrarse. Además, le encanta tomar siestas (siempre activa la alarma antes de empezar una, permitiéndose solo 17 minutos de descanso). Cuando se trabaja en casa, algunas cosas se tienen que hacer para mantener la discuplina. Y hay días productivos y otros lentos.

Ale también eligió un modelo Mid-Century para su escritorio y lo mandó a hacer. Inicialmente, tenía planeado ubicarlo en la sala, pero antes de que el mueble llegue, se dio cuenta de que lo prefería en su cuarto. Está contenta con su decisión. El escritorio y sus cosas de trabajo no interfieren con su dormitorio ni se sienten invasivos. Este es solo un ejemplo de cómo sus ideas fueron cambiando a medida que vivía el espacio.

No es extraño que haya querido mandar a hacer casi todos los muebles: Ale es una afanosa de la carpintería y, de hecho, se metió a unas clases, si bien se dio cuenta que su talento “no está ahí”. No terminó la clase con una silla o mesa hecha por ella misma, pero sí con una cajita que regaló a su mamá. Así que con su depa se ha dado varios gustos. Y no solo con los muebles. La alfombra es la copia del paisaje que se ve desde su ventana: un horizonte soleado que dibujó y entregó a la maestra tejedora Elvia Paucar. El resultado es la hermosa alfombra de alpaca de su sala, teñida a mano y reversible.

Las plantas la hacen feliz: siempre encuentra plantas abandonadas en la calle que “adopta”, como la sábila que alguien dejó en una vereda y que en su depa se ha puesto “gloriosa”, o la monstera que recogió un día, regresando de la playa, en una maceta rota. Muchas plantas han sido regalos, o incluso marcan un momento en su vida (como el esqueje o “hijo” que se llevó de la primera vez que probó San Pedro). También tiene muchas crías de plantas de su mamá, cuya casa parece un vivero.

Así como las plantas, le gustan las aves. En su habitación guarda la jaula vacía que usa cuando María Eduarda, más conocida como Duda, Joao o Georgie, los loros de su mamá, se quedan en su casa. Muchas veces los ha cuidado durante días, cuando han estado enfermos. Esta fascinación por las aves también se refleja en los adornos de su casa: en sus pajaritos de chambira, hechos en la Amazonía, así como en los pingüinos y patos de cerámica que colecciona.

Ale suele recibir gente en su casa bastante seguido, aunque siempre son las mismas personas, las de confianza. Muchas veces amigos que también trabajan en remoto, como ella, llegan con sus laptops y así pueden hacerse compañía, cada uno en lo suyo; otros llegan para almorzar. Poco a poco, ha conseguido un depa acogedor, y ese ambiente calmado y cómodo que tanto quería. Es cierto que a veces Ale se abruma en un espacio tan pequeño. Cuando eso ocurre, le basta con mirar por la ventana.