Convivencia compartida

Palabras: Fiorella Iberico / Fotos: Hilda Melissa Holguín

La historia de este espacio, que Lorena Vizcarra y Fernanda Montero cariñosamente llaman “el templo”, empezó hace siete años, el tiempo que Lorena tiene viviendo aquí. Ese fue un primer capítulo, digamos, durante el cual la diseñadora gráfica fue la responsable de haber convertido el departamento en un lugar encantador que atrapa a quien lo visita. Adornado con numerosas plantas, parece un jardín secreto en plena urbe.

Fernanda se sumó después, hace dos años, cuando Lorena decidió buscar una roommate. Originaria de Costa Rica, Fernanda llegó a Perú gracias a una oportunidad laboral (en la misma empresa en la que, coincidentemente, Lorena ya había trabajado antes). Después de buscar un tiempo, sin éxito, un lugar para vivir, Fernanda encontró el anuncio que Lorena había publicado. Las fotos del departamento la cautivaron de inmediato, aunque le costaba creer que algo “tan hermoso” aún no hubiese sido alquilado.

La convivencia nunca es fácil. Para minimizar roces, Lorena estaba decidida a encontrar a una persona con la que no tuviera un vínculo, ni fuera “amiga de un amigo”. Pero cuando Lorena y Fernanda se conocieron, hubo una conexión instantánea. Antes de explorar completamente el departamento, Fernanda ya había decidido que sí quería vivir allí.

Durante su conversación, descubrieron una sorprendente compatibilidad en sus estilos de vida y personalidades, además de otras coincidencias (como lo del trabajo). Ambas hacen deporte temprano, por lo que en su casa hay movimiento desde las cinco de la mañana; les encanta cocinar y organizar reuniones con amigos; y aman los animales. Lorena tiene una perrita, Lara, y Fernanda una gata, Julieta. Las cuatro cohabitan y conforman el hogar.

Lo que llama la atención a primera vista es el santuario verde que han conseguido, con una vegetación que abraza casi todos los ambientes. Lorena atribuye el éxito de este jardín interior a la ubicación del depa, con vista al malecón de Miraflores (es decir, con espacios contagiados por la naturaleza de afuera) y con una privilegiada corriente de aire que permite que todo florezca.

El depa ofrece la flexibilidad de disfrutarlo juntas o por separado gracias a su distribución. El edificio, construido hace varias décadas, se destaca por su amplitud y grandes ventanas. La disposición del lugar es como una letra “ce”, con la sala y el comedor contiguos a la entrada, seguidos por un pasillo largo que conduce a las habitaciones. La cocina también es grande, por lo que es ideal para cocinar con amigos. Le sacan bastante provecho.

En lo que respecta a la decoración, Lorena la describe como bastante rústica. Abundan la madera, el mimbre y los diversos objetos de cerámica. Además, el lugar está adornado con cuarzos grandes, que añaden un toque místico. Les gusta perfumar el ambiente con velas y esencias, y ocasionalmente realizan una limpieza con palo santo para refrescar el departamento. Pero, indudablemente, las verdaderas protagonistas aquí son las plantas. Y en su cuidado, Lorena es la experta, según describe Fernanda.

Para Lorena, cuidar de ellas es más que una tarea: es un ritual que abraza con devoción. Mientras las riega, siempre acompaña el proceso –que dura aproximadamente una hora y media– con música para crear un ambiente de tranquilidad y conexión con la naturaleza, algo que considera fundamental. Lorena y Fernanda se han volcado en mejorar los detalles relacionados con las plantas, desde elegir macetas más estéticas hasta explorar nuevas formas de embellecer su entorno natural.

Su amor por “el templo” se manifiesta en gestos como la ocasional compra de regalos, no para ellas mismas, sino para la casa: para enriquecer el espacio compartido que tanto aprecian.

La relación entre Lorena y Fernanda también ha evolucionado. Fer, que es bastante sociable, ha entablado amistad con varias de las mejores amigas de Lorena. Aunque a Fernanda le gusta salir de noche y a Lore ya no tanto, suelen reunirse en casa para tomarse una copa disfrutando de las impresionantes vistas del atardecer que tienen desde su ventana; Lorena ha viajado a Costa Rica para celebrar el cumpleaños de Fernanda y tuvo la oportunidad de conocer a su familia. Su relación es tan cercana que, a veces, piensan que pueden haberse conocido en otra vida. Lorena dice que se han vuelto “una familia del alma”.

Lo que comenzó como una búsqueda de convivencia se convirtió en una amistad entrañable y enriquecedora, que va creciendo, germinando, enredándose en el espacio compartido, tal cual sucede con su jardín interior.

Deja un comentario