Una vida al vuelo

Palabras: Alejandra Nieto / Fotos: Hilda Melissa Holguín

La casa de Carolina Bazo ha tenido muchas vidas. No solo porque la artista suele mover de sitio las cosas. También se transforma el color: algunas paredes han sido rosas, rojas, verdes, amarillas; la terraza fue turquesa. Y cambia el arte colgado, el suyo, entre pinturas y fotografías, y últimamente mucho grabado que hizo en los noventa y que acaba de enmarcar para una muestra en Arequipa.

En todas sus vidas, este departamento en Barranco es un espacio de fantástica vista al mar, amplitud, mucho arte, aves y plantas extraordinarias.

En el 2010, cuando regresó de España a Lima con su familia, Carolina sabía que quería vivir en Barranco. Le encanta el malecón y la cercanía con el mar; como artista siempre tuvo sus talleres por el barrio. Además, encontrar este departamento en planos le permitió modificarlo un poco a su antojo. La cocina tiene una curva ideada por ella, que parece duplicar el espacio. Su dormitorio era originalmente el clóset, pero lo cambió pues “qué absurdo un clóset tan grande”. Ese dormitorio original llegaba hasta la terraza, pero ella lo cerró y se quedó así con una sala amplia, que cambia según la necesidad: a veces es un cuarto de huéspedes (gracias a un biombo para dar privacidad), y durante muchos años fue su taller, como lo demuestra una secreta mancha de pintura en el suelo.

“Siempre he sido recicladora. Utilizo muebles que he usado en instalaciones y los transformo”, afirma Carolina. Para su exposición “Rutilante” (Galería Forum, 2011) hizo un biombo de fierro, que luego cortó y transformó en bancas. Su sala principal la armó entre las antigüedades de Surquillo y muebles que ha retapizado “mil veces desde entonces”.

Carolina es una artista de muchas formas y medios. Ha explorado el grabado, la pintura, las resinas y litografías, el mundo de la instalación y, más recientemente, las performances. Conversando sobre este formato recuerda a su profesora, la pintora Julia Navarrete: “Me dio un consejo muy bonito: equilibrar, no darlo todo por una sola opción y decir esto es”. Es claro en su trabajo, pero también en su casa, una extensión de una mente curiosa y en movimiento.

Los cambios ocurren todo el tiempo pero no en un momento específico. A veces porque estuvo ordenando, por haber vendido una pieza o por simple impulso. “Creo que cada espacio te va diciendo lo que necesita, es un ida y vuelta. Una forma más de comunicación ”, dice. Muchas veces, cuando una pieza se va, la reemplaza por una planta. “Donde ves ese florero había una escultura grande de tres cuerpos, en lugar de ese otro florero había tres grandes piezas de mi época de estudiante. Flores para las que parten, como en un cementerio”.

La enredadera que protagoniza una esquina de su sala llegó chiquita, hace 6 años. A su familia le gusta y no le gusta, así que la tiene que ir podando. “Le he puesto unos pernos en el techo, me gusta ir taladrando la casa. Está agujereada, como un roquefort”, se ríe Carolina.

Hay cuadros en casi todas las habitaciones. Muchos son hechos por ella; también hay performances capturadas por su hermana, la fotógrafa documental Mariana Bazo. En “Patrones I” (2017), la artista se transforma en un personaje geométrico a merced de los autos en la Bajada de Armendáriz. “Me gritaban: ‘¡Muévete!’, o cuando me estaba cambiando me silbaban. Realmente estaba haciendo equilibrio metida en el traje mientras mi hermana estaba con el trípode. Casi nos atropellan”. También están imágenes de “La Porfiada Roly Poly” (2018), cuando la artista tomó la forma de una “mujer porfiado” en parajes de Lima. Una exploración a esa situación tan femenina de sostenerse en la fuerza de su centro y de tener que rebotar ante los embates del mundo. Cuando un coleccionista quiso comprar imágenes de la serie, asumió que estaban hechas en Photoshop. Carolina tuvo que mostrarle el registro del backstage: su hermana capturando el momento, ella con este traje rojo sobre una escalera y su esposo atrás sosteniéndola.

La relación con el mar es esencial. Le gusta ver la isla San Lorenzo; su esposo y su hijo menor surfean, y todos disfrutan ver aves. Le gusta incluso el mar cuando está gris y hay neblina.

En sus épocas de universidad, Carolina llegaba en bicicleta a Barranco, donde estaba su taller. Le encantaba ver los pisos de las casas antiguas. Para su departamento, eligió mosaicos hechos en fierro y barro teñido, respetando los colores de las casonas. La losetas y su lenguaje de geometría también están presentes en su trabajo y colgadas en su casa. Siempre le han fascinado los patrones que se interconectan o complementan, el espacio donde la geometría forma arte.

Sus loritos mueven los cuadros, los tuercen. Amante de las aves, le regalaron dos agapornis durante la pandemia. Todas las tardes los suelta y vuelan por la casa, dándole una capa adicional de vida y movimiento.

Las aves están presentes en más de una forma. Dos gallinazos pintados por su hijo mayor tienen protagonismo en la sala; un canario y un colibrí adornan su cocina. “Son seres inteligentes y complejos. Cuando mis pájaros vuelan tienen una forma de esquivar objetos, una velocidad y sensorialidad increíble”, explica Carolina. Una de sus aves escapó una vez: la encontraron asustada en Pueblo Libre y luego no quiso salir de su jaula por casi un mes. La convivencia con aves la acercó al tema de su más reciente videoperformance, “Selva Roja” (2023) , sobre la tala del Shihuahuaco y la deforestación en la Amazonía. “Mi trabajo va surgiendo a partir de temas sobre los que considero importante hablar. El arte es social y tener una opinión es crucial. Yo creo que tiene un efecto en las personas”, afirma.

Carolina cree en el arte como un camino hacia un mundo menos injusto. Con este pensamiento es cofundadora de Socorro Espacio Polivalente, junto a la artista Valeria Ghezzi. La intención es proponer un lugar de creación, donde artistas de diferentes ramas y puntos de vista puedan mostrar sus propuestas y generar diálogo.

La comunicación es, quizás, uno de los motores de su forma de ver el mundo. Se ve en su casa y en su trabajo, en lo que decide consumir. Un dato curioso es que es una persona asentada en la realidad. Lee filosofía y ensayos, y le leía a sus hijos libros de Biología en lugar de cuentos cuando eran pequeños. “Creo que la fantasía se crea desde la realidad, desde lo concreto. Imagina el mundo increíble de tu imaginación, luego de entender la complejidad de lo que existe”.