Auténtico refugio

Palabras: Fiorella Iberico / Fotos: Hilda Melissa Holguín

Contrariamente a lo que se podría suponer, la inquieta energía de la comunicadora, autora, influencer y maestra de yoga, Lorena Salmón, habita una apacible zona de Surco alejada del bullicio y el ajetreo de otros distritos. Su vida se tejió en La Molina, pero el tráfico le parecía insufrible, así que apenas pudo salió de la zona. No podía mudarse lejos, por el colegio de sus hijos. Además, le era esencial mantenerse cerca a sus papás, un soporte en su crianza. Entonces, la maternidad y el deseo de Lorena de mantener a su núcleo familiar próximo —incluyendo a su hermana, que vive en los alrededores— trazaron su camino hacia donde instaló su hogar.

Hace 15 años, mientras su esposo, el publicista Javier Graña, se encontraba en el extranjero realizando una especialización durante varios meses, Lorena asumió la tarea de buscar y elegir el departamento. Así es como dio con este triplex con una vista agradable hacia los cerros y unos árboles de eucalipto.

Lorena sale para dictar sus clases de yoga o para ocuparse de alguna gestión cotidiana, pero pasa la mayor parte del tiempo en casa. Los días aquí se comparten con sus mascotas, su adorado perro Maui y sus gatas París y Berlín; almuerza con sus hijos Antonia y Horacio. Aquí trabaja en proyectos, como su página de Instagram «Que seas muy feliz»; lee, arma rompecabezas. En definitiva, este lugar es profundamente suyo, un refugio donde halla comodidad y logra desconectar del mundo exterior.

Es poco común que reciban visitas en casa. En general, son Lorena y Javier quienes se desplazan a otros distritos para encontrarse con amigos. Están acostumbrados a esta dinámica y la disfrutan plenamente. En las noches en las que optan por quedarse en casa se reúnen en la sala, acompañados de música, y a menudo juegan juegos de mesa en familia o disfrutan de la compañía mutua.

La sala de Lorena se despliega ante los ojos al ingresar al departamento, y lo primero que llama la atención es la impactante pared roja. Pero en una segunda mirada, lo que realmente cautiva es la gran variedad de objetos que componen su decoración. Lorena enfatiza que en su departamento no existe un diseño de interiores propiamente dicho ni una composición planeada. Cada elemento ha llegado de manera gradual y natural.

Muchos de sus objetos fueron adquiridos por Lorena, algunos por su esposo Javier —cuya colección de discos es su tesoro más preciado— y otros fueron generosos regalos de amigos. La procedencia diversa y singular de cada uno es precisamente lo que confiere encanto a este espacio, porque lo llena de historias.

Aun así, Lorena sostiene que abraza el desapego desde hace varios años. Se describe a sí misma como alguien que valora poco las posesiones materiales. En su hogar no hay ningún objeto que la haga pensar: «Si se rompe, me muero». Por supuesto, el arte sí ocupa un lugar más especial en sus prioridades: tiene algunas pinturas o dibujos de artistas como Maxomatic, Christian Duarte, Joan Alfaro, José Vera Matos, Piero Quijano, Andrea López del Barco y Fito Espinoza que, por supuesto, son piezas que admira y disfruta muchísimo.

A pesar de su poco interés por comprar objetos cotidianos para su casa, como vajillas, muebles y similares, Lorena espera con entusiasmo cada edición de la feria Ruraq Maki. En este evento, tanto ella como Javier se sumergen en un frenesí de entusiasmo y adquieren numerosas artesanías, que principalmente encuentran su lugar en la sala de su casa.

Otro de sus grandes intereses son las plantas, y hace todo lo que está a su alcance para mantenerlas vivas, aunque admite que a menudo luchan por sobrevivir bajo su cuidado. Durante la pandemia, se dio cuenta de que no había ningún elemento vivo y natural en su departamento, así que se propuso llenar de verde la sala y, especialmente, el tercer piso. En ese nivel, una acogedora salita donde suele practicar yoga se abre a una terraza donde se encuentra un mar de suculentas, como un oasis de vida en medio de la ciudad.

Espontáneo, relajado, pero no desprolijo, así define Lorena la visión estética de su casa. Esta misma espontaneidad la inspiró a pintar la pared de la escalera que conecta los tres niveles de la casa con una icónica imagen de Bob Marley, de quien ella y Javier se declaran fanáticos, aunque sienten que ya llegó el momento de sacarla. Del mismo modo, están planeando una remodelación en el tercer piso, porque ahora que su hijo Horacio va a la universidad y recibe amigos en casa.

En general, necesitan que sus espacios sean funcionales y versátiles para varios usos, como ver televisión, trabajar, practicar yoga y, claro, como almacenaje. Además, Lorena tiene la intención de aprovechar esta oportunidad para renovar el suelo de la terraza, que ya muestra demasiado los efectos del sol.

Hay momentos en los que Lorena siente que hubiera deseado vivir en un barrio más impregnado de arte y cultura, con la conveniencia de tener todo al alcance de la mano. No descarta la posibilidad de moverse en los próximos años. Aunque lo considera, lo cierto es que Lorena ha hilado en este hogar una vida marcada por la autenticidad y la espontaneidad. Aquí ha encontrado tranquilidad y conexión, quizás hasta podría decirse que ha hallado –o creado– el balance perfecto para su personalidad entusiasta.