Un espacio hecho a medida

Palabras: Fiorella Iberico/ Fotos: Camila Novoa

Es natural pensar que para quienes se dedican al diseño y construcción de espacios, la valla para elegir una casa –sobre todo cuando es hecha por otros– es alta. Los arquitectos Andrea Jimenez y Rodrigo Escardó, directores del estudio Octavo, lo descubrieron mientras buscaban un departamento en el cual se imaginaban viviendo ya permanentemente.

Andrea estaba embarazada por segunda vez y junto a Rodrigo querían un edificio por un barrio de San Isidro en el que ambos habían vivido cuando eran chicos. Llegaron al Armando Paredes de Basadre y, con mirada conocedora, analizaron cuidadosamente los aspectos que les ofrecía el espacio.

La fachada les encantó, ya que mostraba personalidad y además iba a requerir poco mantenimiento. La distribución de la planta era útil, sin circulaciones que desperdicien metros cuadrados. Cuando llegaron a la oficina de Armando, el proyecto estaba en planos, así que les daban la oportunidad de introducir cambios. Para cualquier familia estos podrían haber sido temas secundarios, pero para ellos fue determinante.

Decidieron transformar la cocina: la querían con una isla central para poder compartir tiempo con sus hijos mientras cocinan. Y si bien la personalizaron bastante, guardaron un orden formal proyectándose en la oportunidad de reventa del departamento (otra ventaja de su pensamiento como arquitectos).

Hicieron que las mamparas se puedan mover hacia un mismo lado para integrar la terraza a la sala y así sacarle ventaja al espacio. Al comienzo acomodaron en esta área social una mesa con dos cojines; hoy es lugar de un sillón desde el cual disfrutan de la vista en las mañanas mientras toman café y resuelven algunos pendientes de trabajo.

De igual forma, los baños de los dormitorios fueron intervenidos por la pareja: normalmente, se estila tener un material en el piso y otro en las paredes; ellos optaron por ponerlo todo igual para ganar sensación de amplitud borrando el límite entre el piso y el techo. “Son pequeños cambios que alteran la percepción visual a favor”, comenta Rodrigo.

La decoración de este depa es un tema aparte. Andrea y Rodrigo también diseñan muebles, así que varias de las creaciones de Octavo son protagonistas del interiorismo. Muchos de ellos entran a la casa, permanecen un tiempo a modo de prueba y luego se van a cumplir con su propósito en otro lugar. Eso quiere decir que, además de ser un laboratorio en el que prueban sus ideas, su departamento está en constante evolución. “El espacio te da y tú le das al espacio” afirma Andrea.

Pensar en el límite de este proyecto –el diseño de su propia casa– a nivel estético y estructural no está en su escala mental. La noche es el momento favorito para esta pareja de creativos. Es usual que estén conversando en la sala, cerrando algún pendiente de trabajo y de repente, como una ráfaga, aparezcan las propuestas de cambiar todo de lugar. Por eso, también es muy frecuente que cuando su hijo mayor se levante por la mañana les diga: “¡Ya movieron los muebles de lugar otra vez!”.

Andrea y Rodrigo comprenden el espacio como un lugar que se transforma según el momento que viven sus habitantes. Su departamento los acompaña en su estilo de vida como familia, pero también en la evolución de sus ideas como arquitectos y diseñadores. No les gusta componer estructuras rígidas, ya que limitan la convivencia. Uno de sus mantras es que el espacio debe tener la capacidad de adaptarse y acoger las variaciones.

Tienen muchos muebles del cincuenta que Rodrigo heredó de su mamá, a quien siempre le gustó el diseño de interiores. Tuvo una tienda de regalos de boda por muchos años y la distinguía su sentido fino de la estética. Él la recuerda cambiando de posición los muebles en casa, así como él hoy hace con Andrea.

Otros elementos que arman la decoración son de colegas peruanos, como la banqueta que está al lado de la mampara y es de Costa Herrera Arquitectos. La pareja tiene fascinación por las lámparas, así que hay varias distribuidas en diferentes lugares del depa. También tienen algunas piezas importantes de diseño, como el banco de Alvar Aalto que trajeron de Finlandia y los acompaña en su habitación. Una escultura de una jirafa tallada de la que Andrea se enamoró en la India da la bienvenida a los visitantes a la salida del ascensor.

Es posible que en un mes la casa de Andrea Jiménez y Rodrigo Escardó no se vea igual. Seguramente, habrán cambiado la distribución en el comedor o la sala, o habrán movido algún objeto de lugar una vez más. El cambio interior es constante, aunque hay rituales alrededor del hogar que se mantienen. Como salir a caminar por el barrio en familia, o ir los domingos a la pastelería del Country para tomar el postre juntos. Era lo que imaginaban.